El cuerpo de Martín se tensa al oír las llaves en la cerradura y una risa tímida que hace tiempo que no escucha junto con unas carcajadas que le curvan los labios devolviéndole rápidamente a su infancia.
En contraposición, la sonrisa de Luna se desdibuja convirtiéndose en un gesto extraño que mezcla incomodidad, nervios, miedo y culpa. Un gesto, que Martín aún está intentando descifrar. Sin embargo, la sonrisa de Alba se intensifica al encontrarle a él junto con Estela sentado en el suelo apartando de un plumazo cualquier intento de suposición.
Alba no duda en agacharse a su lado y abrazarle con fuerza haciendo inevitable que una sonrisa muy similar a la suya curve sus labios mientras ve cómo Luna se agacha rápido a dejar una caricia en la cara de hija antes de desaparecer con sigilo del salón.
Respira hondo un par de veces mientras está en su habitación dejando sus cosas en su lado de la cama. Porque en esas ya más de dos semanas que llevan tratando de adaptarse a la nueva rutina que les ha sobrevenido, es incapaz de tocar nada del lado de la habitación de Martín. Aunque debe confesar, que en los días en los que ha dormido sola en casa no ha podido reprimir las ganas de secuestrar una camiseta olvidada en el fondo del tercer cajón de Martín con la que se ha arropado en el lado del colchón de él. Y se siente ridícula. Y culpable. Muy culpable, porque no ha sabido estar a su lado y no puede evitar sentir que le ha fallado en un momento en el que no podía permitírselo.
Ahora que lo piensa en frío, quizá no sea una buena idea lo que ha hecho. Le apetecía mucho ver a Alba y a su hermana, pasar el rato con Estela. Pero no puede negar que parte de sus insistencias para que se quedara a comer con ella no era para complacer sus deseos sino para alargar esos escasos momentos en los que ella y Martín comparten espacio y tiempo.
Ahora no puede evitar sentirse algo ridícula. Aunque lo cierto es que aún está tratando de averiguar cómo se espera que se comporte si aún no tiene muy claro si solo han pasado unos días o una eternidad desde que todo tomó un sentido que no ha sabido detener. Un sentido que cada vez queda más lejos de sus anhelos y que no sabe cómo gestionar.
Cuando entra en el salón, su mirada y la de Martín se cruzan unos instantes y enseguida se rehuyen como si no hubieran compartido un tercio de su vida juntos. O es que quizá, ambos tienen miedo de mantenerse la mirada el tiempo suficiente como para leer lo que hay dentro y que sus secretos más íntimos resulten evidentes sabiéndose descubiertos .
-Necesito coger un par de cosas de la habitación- dice en voz baja Martín cuando se acerca a Luna después de comprobar que Alba está demasiado ocupada haciendo reír a Estela.
Luna asiente levemente con la cabeza haciéndole espacio para que atraviese el pasillo hasta la habitación. Al fin y al cabo, esa aún es también su habitación aunque cada día luzca más desnuda de vida. Al principio pensaba que todo duraría apenas unos días, como una pesadilla recurrente que dura varias noches, pero que acaba por desaparecer sin que uno se dé cuenta. Pero no. Pasan los días y cada vez es más difícil buscar excusas y explicaciones que convenzan a los demás, incluso a sí mismos, de que todo sigue siendo como antes, porque las miradas no mienten y es fácil leer en las de ambos que no todo es igual.
Sin embargo, por su parte, aún no ha sido capaz de comentar nada con nadie. Solo Lía es la fiel escudera de esa realidad y aunque nunca le ha demostrado lo contrario, no se siente del todo cómoda desahogandose con ella. Al fin y al cabo siempre ha sido y será la hermana de Martín. La hermana pequeña que siempre ha besado por donde pisa su hermano. Así que, una parte de sí misma se muere de ganas de contárselo a Emma, afortunadamente está de vacaciones y no quiere molestarla con lo que está siendo más que un dolor de cabeza.
-¡Tata!- exclama Alba con un tono que le indica que no es la primera vez que la llama.
-Dime- reacciona un poco aturdida por sus propios pensamientos.
ESTÁS LEYENDO
Más allá de la Luna
RomanceLuna sabe a primavera y a luz, a esas risas sin sentido tirados en el sofá y a sus buenos días amargos. A noches enteras imaginando un futuro juntos en sus escasos metros cuadrados. A amaneceres después de haberle robado la luna al cielo. A futuro. ...