Capítulo 57

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Martín camina despacio hacia la cocina para terminar de recoger las cosas de Estela después de haber perdido la noción del tiempo mirándola cuando la pequeña ha conseguido dormirse por fin.

Lo cierto es que tiene hambre y recoger le lleva casi media hora más. Un suspiro se escapa de su cuerpo al abrir el frigorífico y encontrarlo temblando. Espera que su hermana no siguiera su consejo, porque se habrá llevado las manos en la cabeza al ver tal desastre. Alcanza el teléfono y le escribe a Luna.

"Cena allí, porque, como no vayamos mañana al super, moriremos de inanición".

Nada más se envía el mensaje, aparece un escribiendo en la pantalla y no puede evitar que sus labios se curven ligeramente aún sin ver el mensaje de respuesta.

"Qué suerte tienes de haberte casado conmigo. Llego a casa en 15 minutos con la cena,"

Martín sonríe de lado tras enviar un "te quiero" y empieza a recoger del tendedero la colada en el salón para poder tener vigilada a Estela mientras Luna llega. Tal y como indicaba en el mensaje, no tarda más de 15 minutos en oír el ruido de las llaves cayendo en el mueble de la entrada.

- Hola- murmura con una sonrisa que ahora mismo es imposible de borrar- ¿Qué tal está? – susurra dejando un beso en la frente de Martín antes de agacharse frente a la hamaca de Estela.

- Ha cenado el biberón entero y aunque le ha costado dormirse, ya no tiene fiebre y parece que está mejor- explica Martín dejando toda la ropa de Estela ya doblada y preparada para llevarla a su habitación.

Supone que no puede decir nada cuando Luna desabrocha a la pequeña dispuesta a sacarla de la hamaca y acurrucarla en su pecho. Corren el riesgo de que se despierte de nuevo, pero supone que si él llevara días sin apenas verla y más estando enferma, también querría tenerla cerca el máximo tiempo posible. Así que no dice nada cuando la pequeña se revuelve y reacomoda en el pecho de Luna, quedándose tranquila enseguida ante su olor.

- Dame la blazer, que se te va a arrugar y te la va a babear entera- indica Martín para aprovechar el camino hasta su habitación con parte de la colada que ya ha doblado, apartando la que hay que planchar.

Luna asiente con una media sonrisa y le tiende la chaqueta con cuidado de no hacer gestos demasiado bruscos para después regalarle una caricia a su hija en la mejilla.

Martín se cruza con Luna por el pasillo cuando se aproximaba al dormitorio de Estela.

- La acuesto aquí, así está más calentita y la controlamos con la pantalla. Y cenamos, que me muero de hambre- explica en un susurro en la penumbra, en la que ve a Martín asentir para dejar un beso en la frente de las dos antes de encaminarse a la cocina a prepararlo todo para cenar.

Tenía capricho de pizza, así que eso es lo que ha traído y, como sabe que es tontería tratar de convencer a Martín de que es igual de cómodo comerla en el cartón que en el plato, calla y regresa al salón en busca de una botella de vino con el vigilabebés en la mano.

- Tiene que estar...- dice mientras se agacha y busca en un pequeño armario del salón- Bingo- exclama cuando encuentra una botella de vino que les regalaron después de que naciera Estela.

Ninguno de los dos entiende demasiado de vinos, pero parece cara y hasta ahora no sentían que hubieran tenido algo que celebrar, más bien lo contrario. Sin embargo, hoy les sobran motivos. Que Estela parece estar mejor; que Luna, aunque no sea muy consciente de ello, acaba de consolidarse como una de las mayores promesas de la moda del país; que Martín sigue y que, a pesar de todo lo que ha pasado, parece que todos los años que han sido felices, no son solo un recuerdo del pasado, sino que puede que sea el preludio de lo que aún les queda por vivir. Además, ahora que ya han pasado las 12 del reloj, hace un año que se prometieron delante de todas las personas que les importan. Prometieron que harían frente a lo que viniera juntos y que se cuidarían siempre. Hoy esa promesa sigue firme y en pie.

Más allá de la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora