capítulo veintisiete: no confíes mucho en la calma.

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−¿Qué se supone que haga con este informe que parece hecho por un niño de tres años? − Irene estaba casi roja de la furia

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−¿Qué se supone que haga con este informe que parece hecho por un niño de tres años? − Irene estaba casi roja de la furia. Eran apenas las nueve de la mañana, y sus gritos indundaban el piso entero. −No entiendo porque me haces perder el tiempo leyendo esto cuando sabes perfectamente que es un desastre. Vuelve a tu sector y hazlo de vuelta, y revisa bien los balances porque estoy segura que también los haz puesto mal. Vete. − Sunmi asintió haciendo una reverencia y se fue casi corriendo de la oficina. Al salir, vio el puesto de Seulgi vacío.

−Es correcto tu pensamiento, amiga mía. − Joy se la encuentra fuera de la oficina, riendo al ver los ojos asustados de su compañera. −Seulgi no está y hemos descubierto que ese factor detona una Irene demoníaca o como el perfecto apodo que le puse yo y que todos empezaron a usar gracias a mí: jefa del inframundo.

−Casi me cago encima. − Sunmi todavía temblaba. −¿Qué ha pasado con Seulgi?

−Nuestra querida Seulgi está muy, enormemente, enferma. Nivel asqueroso. Cuando te levantas y tus mocos te manchan la cara, ese nivel. − Sunmi hace una mueca −Y te lo digo porque la he visto hoy y ciertamente Irene también. Apenas la vio y le pidió un taxi y la mandó a su departamento. Ojalá fuese así con todos ¿No? Se nota el favoritismo.

−Joy, entras todos los días cuatro horas tarde. − Sunmi exclama frunciendo el ceño.

−Excepto hoy y menos mal, sino me hubiese perdido el drama. Eres la cuarta persona en lo que va de la mañana que sale de la oficina de Irene como si hubiese salido de una morgue.

Para el resto era un mal trago, pero para Joy era puro entretenimiento. Desde que habían vuelto de Japón hacía dos días, no habían tenido ni un día para descansar, y con el cambio de clima y la poca costumbre de Seulgi, hizo que la pobre cayera en un resfriado. Aún así, la joven fue decidida a trabajar, pero a Irene le basto verla un minuto y mandarla a su casa.

−¿Quién hubiese pensado que sería una jefa tan permitiva? − Wendy cuestiona, mientras tomaba el termómetro. −Bueno, tienes bastante fiebre.. Si no te baja en una hora, iremos al hospital.

−Sabes que odio los hospitales Wen. − Seulgi permanecía acostada en el sofá, con un paño helado en la frente. Muy a su pesar, Irene apenas le permitió dar un paso dentro de la oficina.

Lo cierto era que había pensado en llamar a su jefa apenas se levantó esa mañana, comentándole su malestar. Pero luego pensó que se perdería de verla ese día y sentía que sería un día perdido. Aunque sea, logró verla unos minutos.

Después de su cita y del beso en Japón, a Seulgi le costó mucho dormir esa noche. No pudo despedirse de Sana en persona por la cantidad de tiempo que tuvo que pasar reservando vuelos para las personas de la empresa. El viaje de vuelta notó que Joy la miraba sospechosamente, lo que la hizo transpirar. Sabía que su amiga no era tonta.

−¿Sigues pensando en ella? ¿Hasta con treinta y nueve grados de fiebre? − Wendy me miraba con una sonrisa burlona. −Ojalá te hubiese traído ella misma, quiero conocerla.

polos opuestos ; seulreneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora