capítulo treinta: lo mejor para ti.

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Irene se apoyaba amablemente en su escritorio, semi-sentada

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Irene se apoyaba amablemente en su escritorio, semi-sentada. Seulgi la veía de pies a cabeza frente a ella. Quizás la mayor nunca prestó atención a la manera en la que se miraban, o el porqué fue tan fácil para su hermana menor deducir que había algo entre ellas.

Eso era un problema.

Pero como todos los problemas que venían pasando desde que Seulgi entró a su vida, prefirió dejarlo para después. Ella no dejaba nada para mañana que pudiese hacer hoy, pero con su secretaria, sentía que su mundo daba mil vueltas.

Era una sensación de vértigo y adrenalina, no descifraba aún si eso le gustaba.

−¿Por qué me miras tanto? − Irene preguntó juguetona, a propósito.

Seulgi casi se tambalea.

−No.. Por nada, ósea no tienes nada malo, ni una mancha ni una arruga, nada de nada.

Seulgi se abofeteó mentalmente y cerró los ojos por un momento lamentándose, siempre teniendo que hablar de más, pero Irene estaba algo acostumbrada y no podía evitar sentir cosquillas cada vez que la veía nerviosa.

Cuando abrió los ojos, Irene la miraba con una sonrisa que le hizo latir fuerte el corazón. −Ven aquí un momento. − indicó su jefa y ella, como si fuese una fiel seguidora, obedeció.

Se posó frente a ella a una distancia normal, Seulgi pensó lo realmente hermosa que era Irene. La mayor posó una de sus palmas en su frente. −¿Pero qué tomaste para que se te vaya todo tan rápido?

−Una.. eh.. un remedio casero que me hizo Wendy, no tengo idea de que era. − soltó una risita nerviosa.

Irene desplazó su mano de esa área hasta una de las mejillas, en un movimiento suave y lento, solo con la intención de acariciarla. −Me alegra que estés mejor.

Se quedaron mirándose unos segundos, casi estáticas a no ser por los movimientos leves que hacía la mayor en su rostro. Seulgi pensó si sería acertado besarla en ese momento, en su oficina, con miles de empleados a solo unos pocos pasos de distancia.

Pero se moría de ganas.

Le bastó ver a los ojos suplicantes de Irene para reaccionar. Se besaron muy suavemente al principio, la mayor llevó sus manos a los hombros de Seulgi para acercarla más hacía ella. El cuerpo de la menor obedecía por inercia. Sujetaba a su jefa de la cintura mientras esta seguía apoyada en el escritorio. A diferencia de otras veces, el beso se torno apresurado y desesperado. Sus lenguas se encontraron por primera vez y Seulgi sintió que la invadían tantas emociones que nunca, jamás había sentido antes.

Aunque estaban perdidas en el beso, basto un grito de Joy afuera para alertarlas. −¿Seulgi? − Joy entraba a la entrada de la oficina de Irene, donde cotidianamente estaba su amiga, pero se encontraba vacío. Se dirigió con paso seguro hacia la oficina de la mayor y abrió la puerta solo para encontrarse a Irene y Seulgi con dos carpetas en la mano y mirando algo en la computadora de la jefa.

polos opuestos ; seulreneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora