capítulo ocho: en el aire.

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Hola<3, decidí decorar un poco la historia, así que puse imágenes en todos los capítulos. Espero que les gusten~

 Espero que les gusten~

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pov. Seulgi 

– Suerte mi niña. – me dice Wendy mientras me da un beso en la frente, solo hacía eso cuando notaba que no estaba bien – Todo saldrá bien, son poquitos días. – me anima –

– Gracias Wen, te quiero. – la abracé –

– Yo también. Avísame cuando llegues al aeropuerto, cuando pises Japón, cuando salgas del hotel, cómo es el hotel, todo, cuéntame todo. –

Suspiro, realmente no sabía que tan malo era mi miedo a volar hasta que llego el día. Miércoles plena madrugada, a penas siendo las cuatro de la mañana, Irene me avisaba que pasaba a buscarme. Cuando salí, no vi su auto, pero si la vi bajando la ventana de un coche negro distinto al de ella, haciéndome señas. 

Obvio, no iba a llevar su auto al aeropuerto y dejarlo a su suerte.

Llevaba una maleta liviana, pero necesitaba poner la laptop y otras cosas que me había pedido Irene además de la ropa. Me subí en la parte de atrás, donde estaba ella, mientras el conductor arrancaba.

– Buenos días. – me dice, educadamente. Tenía una camisa blanca con un jean ajustado claro, unos zapatos con tacón no tan altos como acostumbraba. Llevaba el pelo en una coleta otra vez, y aunque no fuese su auto, podía sentir su perfume.

– Buenos días. – contesto, mientras juego con mis manos. No quiero mirarla mucho, pero la tengo que mirar, aunque sea lo suficiente para no parecer maleducada.

– ¿Es tu primera vez volando? – pregunta mientras le suena el móvil, pero no deja de mirarme –

– Sí. – su mirada era algo intensa – Estoy un poco nerviosa, a decir verdad.

– Parece la gran cosa, pero te acostumbrarás rápido a estar sobre un avión. – revisa su celular –

– Eso espero – dije, y realmente lo esperaba.

Cuando llegamos estaba tan nerviosa que sentía el temblor de mis piernas. Realmente, ¿Tanto vértigo tenía? Siempre pensé que no poder mirar una montaña sin marearse era normal. 

Como pude y luego de que revisarán toda nuestra documentación, pasamos por las puertas de embarque. Estábamos en primera clase, los asientos eran más grandes, además de ser muy poca cantidad. En el medio, una fila de dos asientos, y a los lados dos filas de uno solo. ¿Podría haber sacado los boletos a propósito junto a Irene? Sí, pero nunca olvidaba que era mi jefa. 

Apenas llegue a mi asiento me abroché el cinturón sin pensarlo dos veces, el corazón me latía muchísimo, y no me sentía nada bien. Si era sincera conmigo misma, pensaba mucho en vomitar, pero no quería pasar vergüenza. Quise llorar un poco, pero me aferré a mi asiento sintiéndome pequeña.

No muchas personas se quedaron en la parte "vip" del avión. Me decidí a cerrar los ojos y que sea lo que Dios quiera, no pensaba mirar por la ventana ni aunque me pagasen.

Cuando el avión empezó a tomar velocidad, sentí que el alma se me caía al piso. Yo creo que se notó, porque una azafata se acercó. – Señorita, ¿Se encuentra bien? – se acercaba amablemente. 

– Sí, gracias, es la primera vez que vuelo. – dije tratando de que se fuera y que Irene, que estaba delante mío, no lo notase.

Obviamente era pedir mucho. 

Irene asomó su cabeza y me miró, yo no sabía como se encontraba mi rostro en este momento pero supe que no me veía nada bien. Estando ya en vuelo, mi jefa me mira con el ceño fruncido y ojos preocupantes. ¿Quién no? Debía parecer un cadáver.

– Puedo traerle un poco de agua. – ofrecé la azafata –

– Eso estaría bien, gracias. – Irene se adelanta a mi respuesta y la azafata asiente, yéndose por un momento – Hey, – veo que se desabrocha el cinturón y se acerca a mi asiento, que en realidad es bastante espacioso. Sé que toda ella me pone nerviosa, pero en ese momento solo quería llorar del miedo que tenía. – no te ves muy bien Seulgi. 

No podía dejar de pensar en que si caíamos íbamos a morir. Y en el medio del mar. Tan lejos de la tierra. – Ya se me va a pasar. – dije con las manos aferrándose al asiento, mientras miraba mis piernas. – No es nada.

Irene me mira, y no logro descifrar su mirada porque la miro y la dejo de mirar. – Ven. – me dice simplemente, agarrando mi brazo suavemente pero firme, indicando que me impulse. 

El baño no era espacioso, como era de esperar, pero era lo suficiente grande para que quepamos las dos. – Dios – susurró cuando me veo al espejo, parecía que era el día de mi muerte y lo sabía. 

Irene abrió el grifo y me lave la cara, el agua fría me hizo bien, me dio una toalla mientras me decía que respirase hondo y con tranquilidad. Lo hacía todo con tanta naturalidad, que me pareció incluso extraño. 

No indagué mucho en la cuestión; tenía la cara pálida, me sudaban las manos, el corazón me iba a mil por hora, y el estómago me daba vueltas, todo esto frente a mi jefa, mi jefa que parece una diosa del Olimpo. 

Si hay un Dios, creo que no le caigo muy bien.

– También tenía miedo a volar, – me dice, mientras yo trato de no llorar de la vergüenza – pero tuve que acostumbrarme. Me ayudaba mucho contar cosas en el avión, o incluso personas, cualquier cosa que mantenga la mente ocupada. – aconseja –

– Lo haré – dije con la voz algo quebrada – Lo siento.

– ¿Por qué? – me mira y pienso que va a hacer algún movimiento, pero no hace nada –

– Por todo esto que estoy haciendo.. Honestamente, no pensé que me iba a poner así.

– No tenías manera de saber cuan malo era tu miedo a volar, si nunca haz volado, ¿O sí? – pregunta lógicamente, a lo que yo asiento, sintiendo que mis mejillas ardían.

Me era muy difícil estar con ella, tan cerca y solas. Una vez que logré calmarme un poco, me di cuenta de la situación, y eso me hizo olvidar que estaba literalmente en el aire y podría caer en cualquier momento.

– Ah, mira, ya tienes algo de color. – comenta como si nada, casi asomando una sonrisa.

– Sí, – digo, sin saber que decir, creo que nunca la había visto tan relajada – gracias de nuevo.

– No es nada. – me dice comprensiva, y ambas salimos del baño.

Yo esperaba que nadie se diese cuenta del 'pequeño' (según yo) incidente, pero apenas salí sentí la mirada de todos, aunque tenía que agradecer que no fuese muchas personas. La azafata me dio una botella de agua y se lo agradecí. El resto del viaje, cerré los ojos y miré hacía arriba, sin nunca voltear a la ventana, pensando en lo linda que fue Irene conmigo.

 El resto del viaje, cerré los ojos y miré hacía arriba, sin nunca voltear a la ventana, pensando en lo linda que fue Irene conmigo

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polos opuestos ; seulreneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora