Capítulo 20

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Narra Nat:

Estoy tan enamorado ahora, me doy cuenta de que no cometí un error al poner mis ojos en Max, así que le confesé lo que pensé durante mi dolor. Me alegra que no lo tomara a mal, pero nunca imaginé que él también tendría cosas para confesarme.

- Por alguna razón, tengo miedo de escuchar tu confesión.

- Pues, no sé si es malo o bueno, solo sé que debo decírtelo, aunque quede como un pedófilo.

- ¡Está bien! ¡Te escucho!

- Mira esto...

Se inclina frente a su equipaje, me siento en la cama para esperar lo que sea que pensara darme; pero jamás imaginé que sería mi diario lo que sacaría. Tenía varias páginas quemadas y las que ella rompió, Max intentó unirlas de nuevo con cinta adhesiva.

- ¡Mi diario! - Dije con algunas lágrimas en mis ojos.

- Traté de ordenarlo según la fecha.

- No están las páginas de en medio.

- Fueron las que se quemaron... ¡Perdóname! No pude recuperarlas.

- ¿Esta es tu confesión?

- No... Te daré otra cosa. - Sacó un diario completamente nuevo. - Ese día, te compré este, por eso regresé tarde a casa; y claro, también por ir al juzgado.

- No es tu culpa lo qué pasó. Aunque hubieras regresado temprano, ella siempre hubiese encontrado la forma de separarnos... - Se acerca a mis labios y me deja esperando el beso, porque solo me quitó mi diario. - Devuélvemelo...

- No, es mío. Además, ya lo leí muchas veces.

- ¿Y con el permiso de quién?

- ¡Escucha esta página! ¡Es la que más me gustó!

- ¡MAX NO!

- "Este día, Max me llevó a muchos lugares. Me encanta estar afuera solo con él; fuimos al parque de diversiones y se subió conmigo a varios juegos; también almorzamos en un restaurante y después pasamos a un pequeño salón de máquinas de juegos en el Centro Comercial. Pero, lo que en verdad me fascinó, fue la ropa de Max, se veía tan hermoso, relajado y sexy, que me dieron ganas de decirle que fuéramos a un hotel toda la noche"...

- Te dije que no lo leyeras...

- Cuándo cumpliste 16 años, lo leí por primera vez, un par de meses después, me masturbé pensando en ti... - Me quedé congelado con esa confesión. - Pero, no había visto tu rostro en cinco años; y lo hice pensado en un pequeño de 11, a quien yo también deseaba sentir mío.

- Max...

- Por favor, no te enojes...

Cerré su boca con un beso, porque no me interesan sus excusas, ni siquiera si él considera que lo que hizo estuvo mal. Yo solo quiero demostrarle cuanto lo amo, además, escuchar eso me hizo sentir muy emocionado y malditamente feliz.

- ¿No te molesta lo que hice?

- ¿Por qué? Para mí no está mal, realmente...

- ¡Nat! ¡Eras un niño!

- ¿Y qué? ¡Te recuerdo que aquel niño te amaba con locura, y ahora es todo tuyo!

Esta vez, fue él quien se entregó a mis labios, lentamente nos fuimos acostando, hasta que él estaba completamente sobre mí. Me abrazo a su cuerpo, sabiendo que esta es su respuesta a lo que él ya conoce; lo que significa que mi amor es incondicional para Max.

Narra Max:

Estoy tan feliz de que mi niño no se enojara conmigo, tenía mucho miedo de que creyera que soy un degenerado. Lo amo más que a mi vida, solo deseo estar así de enamorados para siempre; y después de muchos besos, mi estómago me pidió comida.

- Yo también tengo hambre.

- Entonces vamos a comer.

Nuevamente pasamos todo el día en la habitación, comiendo, abrazándonos, besándonos, jugando y amándonos como locos. Soy inmensamente feliz con Nat, tanto que ni siquiera me doy cuenta de que ya es lunes por la noche y tocan la puerta para decirnos que mi papá está esperando en el restaurante.

- ¿Cómo pudiste olvidar que tu padre vendría?

- Es tu culpa...

- ¿Mía? ¿Y yo qué hice?

- Eres asombrosamente sexual... Es como si me amarraras a la cama. - Rodea mi cuello con sus brazos. - Ya quiero llevarte a la cama de nuevo.

- ¡No! Tu padre está abajo.

Me convence de bajar con esas palabras, así que llegamos al restaurante del hotel, donde nos esperaba mi papá. Inmediatamente, fuimos hasta la mesa y él nos recibió con los brazos abiertos, luego de ordenar, todos cenamos muy cómodos.

- ¿Cómo estás Nat?

- Bien señor, muchas gracias.

- ¿Señor?... Dijo Max que estabas muy nervioso.

- Es que su hijo no me dijo que usted vendría.

- ¿Su hijo? - Entonces sonreí. - ¿Cuál es el chiste?

- Papá... Es que Nat no lo sabe.

- Oh, bueno, te explico; Max me dijo que cuando te encontrara, te convertiría en su esposo.

- ¡Papá! - Me sentí avergonzado.

- ¿Tu esposo? ¿Dijiste eso?

- Eres muy joven aún; pero si me aceptas... Sí quiero casarme contigo.

Nat no me contestó, solamente nos observó a ambos con una mirada sorprendida, lo que me dejó un poco incómodo. Lo que más me sorprendió es que no dijo nada, parecía que tenía curiosidad sobre algo, pero que le era difícil realizar su pregunta y mi padre trató de calmarlo.

- ¿Estás bien? ¡Puedes preguntarnos lo que quieras!

- Mi niño no dudes, te contestaremos con la verdad.

- ¿Por qué te casaste con mi madre?

- Por ti, mi papá siempre lo supo y decidió apoyar mi decisión.

- ¿Por mí? ¿Siempre me amaste?

- Te lo dije Nat, siempre fuiste tú; nadie más que tú.

- Ahora bien, yo vine por una razón en específico.

Mi papá sacó unos papeles, extendió su mano y me los entregó; traté de revisarlos lo más tranquilo posible. Más que todo, porque mi niño cumplirá sus 18 años en un par de semanas y quiero que su regalo sea el más especial de todos, firmé los documentos y mi papá se despidió.

- ¿Qué era eso?

- Documentos del trabajo; mi papá se hará cargo de uno de mis casos.

- Sí Max... - Dice cambiando de tema.

- ¿Sí qué?... - Tardé un momento en entender. - ¡MI NIÑO SE CASARÁ CONMIGO! - Grité en pleno restaurante.

- ¡Max! - Dice mi nombre antes de sonreír.

Ahora, solo falta entregarle su regalo; pero, debo tomar una decisión difícil para eso...

Yo No Te Abandoné "MaxNat"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora