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Las clases terminaron en el internado y Elliot no se acercó a Diana ni una sola vez. Solo se dedicaba a ignorarla por completo y Diana intentaba fingir que no le importaba, pero la mirada molesta que mantuvo Cassandra el resto del día la convencía de que lo que había hecho estuvo bien. Al parecer, que la encerraran con Elliot en el salón de música no le agradó para nada.

Antes de ir a hacer la rutina de higiene nocturna, Diana fue al huerto a regar los tulipanes de Alexa. La pelirroja tarareaba la canción de piano que había tocado la otra noche Elliot y no dudaba que la canción era pegadiza, así como tampoco la podía sacar de su cabeza. Diana estaba a punto de terminar cuando de repente la puerta que daba entrada al huerto se abrió bruscamente, Diana giró su cuerpo a la dirección correspondiente y se encontró con Elliot quien se aproximaba a ella, demandante, y con los ojos llenos de fuego que quemaba con tan solo mirarlo.

—¿Crees que fue gracioso tu jueguito de mierda? ¿Eh? —cuestionó mostrando el post-it con el dibujo del sombrero de bruja rojo.

—No te enviaron al sótano, ¿de qué te quejas?

—No lo hicieron porque por suerte Cassandra es una gran mentirosa.

—Tu conquista de la semana es perfecta mintiendo y también seduciendo. Veo que caíste en su red —bufó y miró a Elliot de abajo hacia arriba—. Creo que, después de todo, eres uno más en su lista de chicos con quienes acostarse. Vaya que eres fácil de...

Elliot la interrumpió recargando sus manos en la mesita donde estaban los tulipanes de Alexa para acorralar a Diana luego de que arrugara el post-it y lo tirara al suelo. Diana pudo sentir la respiración de Elliot chocar con su nariz y boca. Él estaba furioso y parecía que estaba harto de lo que Diana le decía. La chica hubiera saltado por aquel movimiento tan brusco de Elliot, pero ella no le iba a dar el gusto de verla temblar.

—Yo no caí en la red de nadie, bruja roja. Mejor dime el por qué de lo que hiciste, ¿por qué me encerraste con Cassandra en el salón de música? ¿Te dieron celos?

Diana soltó una carcajada y bajó la cabeza.

—Te dije que te castigaría si no cumplías con la condición del reto. Lo recuerdas, ¿no? ¿O es que tu cerebro es tan inútil para almacenar esa simple información?

—Te voy a demostrar que tan inútil puedo llegar a ser —Elliot tomó a Diana de la cintura para alzarla y sentarla en el borde de la mesa—. Hora de cobrar mi premio.

—Nos llevarán al sótano si nos ven.

—No lo harán.

—¿Cómo estás tan seguro?

—Porque trabé la puerta.

Elliot pasó su mano por la cintura de Diana y ella se estremeció al sentir el tacto frío de sus largos dedos. El chico bajó lentamente su mano izquierda, la metió debajo de la falda de la pelirroja y se dedicó a marcar pequeños círculos con la yema de su dedo medio en el muslo de la muchacha. Diana sintió un toque de placer por lo que hacía Elliot con ella, pero como siempre su ego no le permitía mostrarlo. No de esa manera.

—No veo que me detengas, pelirroja.

Ella no contestó, pues de un momento a otro había olvidado cómo hablar.

—Estoy esperando el golpe en el abdomen —hubo un silencio—. ¿Tengo... tu consentimiento?

Ella siguió sin contestar, solo mordió su labio inferior por la sensaciones electrizantes que le hacía experimentar Elliot en ese momento. ¿Cómo era que un simple toque de sus dedos la dejase sin palabras? Odiaba la sensación, pero no quería que se detuviera.

El infierno que construimos [COMPLETA] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora