30.

16 2 0
                                    

Diana... —Decía una voz femenina y susurrante que emitía eco—. Diana... Despierta... Tu dois te réveiller... (Debes despertar...)

La pelirroja abrió los ojos poco a poco para adaptar su vista que se encontraba borrosa. Su cabeza le dolía, pues pareciera que le explotaría del mismo dolor y podía sentir que corría una especie de líquido por su sien que no supo reconocer al instante. Cuando por fin sus ojos miraban con claridad, trató de asimilar en qué lugar estaba y se percató de que estaba atada a un enorme y ancho árbol en medio del bosque. Una vez que estaba más consciente de sus alrededores, supo de inmediato que el líquido caliente que corría por su sien era nada más y nada menos que su propia sangre. Entonces recordó su pelea con Dexter y el golpe que le había dado contra el escritorio de la oficina. Diana miró por arriba de ella, el sol estaba a nada de ocultarse y dejar a oscuras todo lo que estaba a su alrededor. Dedujo el lugar en el que se encontraba cuando logró reconocer el árbol en el que estaba atada.

Era un roble oscuro. El mismo en el que habían encontrado a Alexa colgada.

—¿Qué...? —cuestionó para sí misma al darse cuenta de que no llevaba puesto el uniforme de Unión, sino un vestido blanco que la cubría de hombros a pies. También le habían despojado sus zapatos y dejado descalza.

A su cabeza llegó la clara imagen de Nayla y la preocupación por saber si su amiga estaba bien o el Rey ya la tenía entre sus manos. La desesperación por alejarse del roble y salir del bosque era lo único que la llenaba de fuerza para intentar zafarse de las cuerdas que ataban sus manos al roble. Sus esfuerzos eran inútiles, pues los nudos eran demasiado buenos y solo lograba lastimarse más las muñecas.

—¡Ayuda! ¡Ayuda, por favor!

Diana intentó tallar la cuerda que la ataba para así romperla y lo único que logró fue astillarse los brazos con la misma madera del roble oscuro.

—Diana... —Susurraron una vez más en el oído de la muchacha.

La pelirroja creyó que alguien la llamaba realmente, pero descartó esa idea cuando logró darse cuenta de que nadie estaba a su alrededor. No era posible que la estuviesen llamando cuando se encontraba completamente sola en medio del bosque.

—Tercera punta...

Volvió a levantar su mirada para saber quién la llamaba y una vez más no vio a nadie.

—La tumba...

—¡Basta! —exclamó molesta por el eco de la misma voz.

—Tercera punta... La tumba... —Volvió a susurrar la voz femenina con mucho más eco. Este mismo eco aturdía los oídos de la pelirroja, lo cual le molestaba.

—¡¿De qué rayos estás hablando?!

—¡¿Diana?! —Exclamó la voz de Elliot por detrás de ella—. ¡Diana!

—¡Aquí! ¡Aquí!

El castaño llegó con Diana a paso veloz y la examinó para asegurarse de que no tuviera otros golpes además del de la frente. Elliot utilizó su corbata para limpiar la sangre que manchaba el rostro de Diana y con sumo cuidado la tocó de la mejilla, pues temía que se rompería como si se tratara de una muñeca de porcelana.

—Es Dexter —dijo Diana con jadeos de por medio—. Dexter Dupont, él es el Rey. Debemos matarlo.

—Lo sé, lo sé. Lo deduje después de su estúpido discurso en el auditorio.

La chica sintió su corazón y su alma descansar al ver el rostro de Elliot justo frente a ella, pero se inquietó de inmediato al ver manchas de sangre en su uniforme y sus manos.

El infierno que construimos [COMPLETA] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora