28.

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—¿Sabe dónde está Diana?

El profesor no contestó puesto que la enfermera, Vera Guy, llegó a su campo de visión. El profesor soltó un suspiro de alivio al verla y enseguida le dedicó un beso corto que hizo que Elliot alzase las cejas por la sorpresa. Al parecer, la enfermera y el profesor de música eran bastante cercanos. Casi como él y Diana.

—¿Estás bien? —preguntó el hombre a la mujer mientras la examinaba con la mirada.

—Sí, pero Diana —dijo jadeante—. El Rey no me vio, pero el guardia se la llevó.

—¿Qué? —Interrumpió Elliot—. ¿Por qué no hizo nada para detenerlo?¿A dónde fueron?

—Creo saber a dónde —contestó el profesor—. Te llevaré, Elliot —El profesor volvió su mirada a la enfermera—. Tú ve por Nayla, debemos protegerla.

—¿Y qué hay de Emma? —Indagó preocupada—. Debemos encontrarla. También a Cassandra.

—A Emma no puede hacerle nada, es una pequeña ventaja que tenemos. Solo sigue con el plan, cariño. Encontraremos a Cassandra en cualquiera de las puntas.

Ambos adultos se despidieron con un pequeño beso en los labios. Antes de marcharse, la enfermera les entregó al muchacho y al profesor dos walkie talkies negros y pequeños para que se pudiesen comunicar en todo momento. Elliot siguió al profesor por los pasillos largos y llenos de eco del internado sin cuestionarse si debía confiar en la enfermera quien parecía estar al tanto de toda la locura que se encontraba viviendo desde que había llegado al internado.

—Usted también tiene la marca, ¿no es así, profe? La marca de Jules.

—Así es, muchacho, la tengo.

—Lo cual quiere decir que cualquier cosa que diga sobre la Bruja Roja y el Rey, la misma marca se lo impedirá quemándolo, ¿verdad? Así como a Emma.

Adams afirmó con la cabeza.

—¿Por qué con Penny Cavani no es así? —preguntó curioso—. La anciana me dio a entender que ya no le quemaba su marca. ¿Por qué?

—La señora Cavani sufre de una enfermedad la cual no le permite sentir dolor físico.

—¿Insensibilidad congénita al dolor?

El profesor volvió a asentir.

«Interesante» Pensó el castaño.

—Pero por desgracia eso no la hacía inmune a la muerte.

—¿Murió?

—El Rey se dio cuenta de que Penny era un cabo suelto y se deshizo de ella.

Elliot no sentía la misma pena por la anciana como el profesor. A él simplemente le parecía algo irrelevante aunque tenía que aceptar que las palabras de la anciana habían sido de mucha ayuda.

Ambos varones cruzaron la puerta de madera para salir al patio del internado, después llegaron a la reja enorme y negra de metal que les impedía salir a cada alumno de Unión. Elliot se percató de que había un hombre tirado en el suelo frente a la reja que parecía inconsciente. No hacía falta que Elliot preguntase, ya que el profesor contestó al ver su rostro de curiosidad.

—Vera se encargó de él.

—Mis respetos a esa maravillosa mujer.

La enfermera Vera Guy llegó al auditorio y de inmediato buscó con la mirada a Nayla Benegas para llevársela de aquel lugar antes de que Tymor o Wilson la tuvieran entre sus garras. Tymor y la enfermera cruzaron miradas repentinas, la primera miraba a la mujer hostilmente y con su ceño fruncido, Guy sintió las malas intenciones que tenía esa mujer con tan solo ver la forma en que la miraba. Antes de que Tymor o Wilson se acercaran a ella, la mujer caminó en dirección a Owen. Había ideado un plan B si por alguna razón no llegaba a su objetivo principal la primera vez.

—Llévate a Nayla de aquí —advirtió pasando a su lado e intentando que nadie se diera cuenta de que había hablado con el muchacho.

El pelinegro miró con atención a Guy y ella guiñó su ojo dándole a entender que ella distraería a Tymor y a Wilson. Owen se escabulló entre los tantos adolescentes cuando vio que Guy ya estaba charlando con ambas adultas. Varios de sus mismos compañeros lo miraron extrañados por su comportamiento, pero tampoco le prestaron tanta atención, pues sabían que el muchacho tenía una que otra tuerca suelta.

—Nayla —susurró Owen mientras la tomaba del hombro. Enseguida posó su dedo índice en sus labios para indicarle a la castaña que debía guardar silencio y acompañarlo. Owen la tomó de la mano y la llevó fuera del auditorio.

Avanzaron unos cuantos metros lejos hasta que por fin se detuvieron.

—¿Dónde están Elliot y Diana?

—Adams se llevó a Elliot y no tengo idea de dónde está Diana. Solo sé que la enfermera Guy me pidió que te sacará del auditorio.

—¿Crees que tenga que ver con el eclipse?

—Cosas raras han estado pasando últimamente, lo más seguro es que sí. Emma dijo que hoy era el eclipse y, si no mal recuerdo, el Rey las quiere a ti y Diana para la Bruja Roja.

—Yo no me trago el cuento de la muerte de Emma.

—No eres la única, princesa árabe. Los que estuvimos en contacto con ella anoche sabemos que no está muerta. El Rey debió hacerle algo, podría apostarlo.

—Pero no puede matarla.

—Pero sí callarla —habló la enfermera Guy, quien llegó a paso veloz junto a los adolescentes—. Carlos llevó a Elliot al roble oscuro, ahí llevaron a Diana.

Owen y Nayla compartieron miradas cómplices.

—Debes proteger a Nayla —ordenó al chico—. Ni Tymor ni Wilson ni el guardia nocturno deben encontrarla, ¿entendido? Pueden esconderse por allá —sugirió señalando la biblioteca.

—No —interrumpió Nayla de inmediato—. No me voy a esconder mientras mis amigos arriesgan sus vidas con un loco que se cree pareja de una bruja.

—Nayla...

—Agradecemos que nos haya ayudado a salir del auditorio, pero Diana y Elliot, incluso la rarita de Emma, son lo más cercano que tenemos a una familia. Enfermera Guy, entienda nuestra situación —suplicó Owen y la mujer solo les dedicó una mirada de desaprobación—. Por favor.

—Mais quelle surprise! (¡Pero qué sorpresa!) —exclamó una voz varonil por detrás de Guy. La mujer enseguida se exaltó y giró su eje para encarar al muchacho de mirada azulada y cabello negro como la noche—. Deberían estar en el auditorio, ¿no es así? La directora Wilson se enfadará si descubre que Nayla y Owen salieron de ahí sin su permiso e incluso se enfadará más cuando vea que la enfermera Vera ayudó a sacarlos del auditorio —explicaba con una sonrisa de lado.

—Eres tú... —susurró Nayla para sí misma y Owen logró escucharla—. Eres tú —repitió. Está vez en un tono alto para que Dexter y Guy escucharan.

—Sí, soy yo, Dexter Dupont —bromeó.

—Tú eres el Rey.

Owen miró detenidamente al muchacho. Repasó todas las piezas del rompecabezas en su mente y las unió por completo, colocó en el centro a Dexter Dupont en su rompecabezas mental. Por fin logró entenderlo todo. El Rey que tanto buscaban él y sus amigos siempre estuvo en sus narices. Ese chico alto, pelinegro, de mirada azulada y profunda era el responsable de la muerte de la primera persona que el adolescente amó de verdad. Los puños de Owen se cerraron por la rabia que sintió crecer dentro de él, apretaba su mandíbula haciendo rechinar sus dientes por la misma fuerza que infringía.

Iba a darle un golpe. Iba golpearlo muchas veces. Iba a matarlo a golpes por asesinar a Alexa.

El infierno que construimos [COMPLETA] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora