El infierno que construimos [COMPLETA] ✓

24.

Elliot llegó a las piscinas mucho antes que la directora. Dio una mirada fugaz a Nayla y se percató de que la chica estaba desmayada en los brazos de Owen. Sin pensarlo un segundo, el castaño dio un clavado a la piscina para sacar a Diana. Elliot sintió sus ojos arder tan solo un poco debido a que el agua de la piscina entraba con fuerza en sus ojos. Nadó hasta el fondo de la piscina y entonces la encontró desmayada mientras su cuerpo hacía movimientos bruscos debido a que seguía buscando aire que respirar, Elliot la tomó del brazo y la cargó con delicadeza hacia la superficie. Cuando la sacó del agua helada de la piscina, la recostó en el suelo y revisó si la chica tenía pulso. Su corazón de piedra y aquellos nervios de acero que poseía se derrumbaron en un segundo cuando no percibió ningún signo vital en Diana. Era la primera vez que Elliot se había dignado a salvarle la vida a alguien y se negaba por completo a que la chica se fuera de aquella manera. Comenzó a darle RSP seguido de respiraciones boca a boca.

Las gotas caían de los mechones mojados del cabello castaño de Elliot y mojaban las mejillas de Diana que ya no tenían ese color rosado que a Elliot le encantaba observar. Intentó pensar en que la pelirroja abriría los ojos y le volvería a golpear el abdomen cuando se diera cuenta de que le había tocado el pecho y la había besado sin su consentimiento. Elliot nunca deseó nada con tanto poder como lo hacía ahora. Anhelaba sentir el puño o la rodilla de Diana en su abdomen porque eso le iba a asegurar que estaba con vida.

—Vamos. Tú puedes. Regresa conmigo.

Volvió a dar respiración de boca a boca y a segundo de que Elliot despegará su boca de la de Diana, la chica despertó con brusquedad y comenzó a toser con fuerza para expulsar toda el agua que había tragado. Elliot la alzó un poco para que la muchacha se deshiciera de toda esa agua que habitaba su sistema y le había impedido respirar.

Diana miró con sus ojos verde esmeralda al rostro de Elliot, quien mantenía sus cejas fruncidas y sus labios apretados por la preocupación. Diana reconoció la mirada que Elliot tenía sobre ella en cuanto lo miró porque ella misma había tenido la misma mirada cuando su hermana estaba muriendo a su lado. Era una mirada de desesperación que rogaba por vida. Por primera vez, Diana logró ver la humanidad que Elliot guardaba entre paredes. Y sin pensarlo dos veces, lo abrazó y se aferró a él como un ancla a la tierra. Elliot también se aferró a ella y le besó la sien. La desesperación que había sentido se transformó en una furia terrible que lo hizo explotar.

—¡¿Qué hacían ahí parados?! ¡¿Creen que iba a salir mágicamente de la piscina o qué?! ¡No cabe duda que son unos inútiles de mierda!

Elliot estaba tan molesto que las palabras no le alcanzaban para describir la furia que sentía. El impulso de arrojar a todos en aquella piscina con un montón de piedras y cadenas pesadas en los tobillos llegó a él. Quería que ellos sufrieran lo mismo que había sufrido Diana, pero con la diferencia de que ellos ya no saldrían a la superficie.

—¡Owen! —Gritó la enfermera Vera Guy que por fin había llegado a la escena—. ¡Carga a Nayla y llévala a mi oficina! ¡Elliot, haz lo mismo con Diana!

Ambos muchachos obedecieron la orden de la enfermera y cargaron a las muchachas directo a la enfermería para que pudiesen ser revisadas con más a detalle. Elliot desconocía la razón por la que Nayla estaba desmayada cuando llegó, pero lo que más le importaba ahora era el bienestar de Diana y más tarde podría resolver su duda acerca de Nayla.

La enfermera Guy le ordenó a Owen llevar a Nayla a una de las salas de enfermería más sofisticadas, ya que la árabe seguía sin despertar. La enfermera le dio alcohol a Owen para que intentara despertar a Nayla en lo que revisaba rápidamente a la pelirroja.

—Nayla —dijo Diana casi en un susurro. No podía hablar bien—. ¿Dónde...? ¿Dónde está?

—Está con Wong, no te preocupes —respondió Elliot.