CAPÍTULO EXTRA

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—¡Corran! ¡Corran ¡Corran!

Nayla y Owen corrían tomados de la mano y con el rostro lleno de felicidad y travesura. El muchacho sostenía una bolsa negra y mediana llena del dinero que acababa de robarles a los hombres con los que estaba jugando cartas en aquel casino ilegal al que Elliot los había llevado.

—¿¡Qué carajos hiciste ahora, Wong?!

Elliot tomó la mano de Diana para salir corriendo tras el dúo de ladrones y estafadores más imbéciles del estado. O al menos eso era lo que pensaba Elliot.

—¡Hijos de puta! ¡Los voy a matar!

Los cuatro jóvenes llegaron al auto que habían robado hace más de un mes al cual le cambiaban las placas cada tercer día y arrancaron a toda velocidad. Como siempre, Elliot era quien conducía y Owen se encargaba de ser un buen copiloto al indicarle el lugar más seguro por el que podían marcharse. Diana y Nayla se encontraban en la parte trasera del auto, vigilando que nadie los siguiera y mientras los dos muchachos discutían por la ambición de Owen siempre que pisaban algún casino, Diana se encargó de revisar todo lo que tenía el interior de la bolsa negra.

—Robaron las cosas de ese tipo, ¡¿en serio?! —Owen no respondió—. ¡Nayla!

La chica enredaba en su dedo el único mechón rubio que se había teñido al mismo tiempo que su risa le impedía hablar. Diana se acercó y observó sus ojos para después tocar sus mejillas enrojecidas. Desde que Nayla había renunciado por completo a su cultura, había estado haciendo cosas de las que nunca se creyó capaz. Y la culpa no recaía en ella, sino en Diana.

—¿Estás ebria? —Nayla volvió a reírse mientras negaba con la cabeza—. Voy a matar a Owen cuando salgamos del auto y de paso a ti también.

—Yo te ayudo a esconder los cadáveres —agregó Elliot.

Una anciana de blanca cabellera y un ojo ciego les dio a los jóvenes un par de habitaciones en su motel viejo y con olor a humedad. Aquella anciana hubiera hecho preguntas respecto a qué hacían cuatro jóvenes tan tarde en medio de la nada, sin embargo, era demasiado desinteresada para hacerlo.

—Ya relájate, pecas. Estoy seguro de que yo puedo cuidar de mi novia perfectamente —enfatizó Owen.

—¿Relajarme? Te dijimos que no hicieras nada estúpido y mira ahora dónde estamos.

—Fue por una buena causa —Diana estaba enfadada—. El dinero que nos transfirió Emma ya se terminó y no pienso depender de ella ni un minuto más.

—Sabías que estábamos en ese casino para conseguir un empleo, ¿verdad?

—Eso de acatar órdenes no se me da muy bien, Diana, y a ti tampoco.

—Ese casino tenía habitaciones para aquellos que trabajan ahí. Habitaciones mucho mejores que las de este horrible motel.

—¡Solo nos quedamos ahí dos noches!

—¡Fueron las mejores noches de mi puta vida!

—¡Solo lo dices porque te cogiste a Elliot!

—¡No sé cómo haces para arruinar todo lo que...!

—¡Ya cállense! —gritó Nayla luego de arrojar una almohada a sus amigos—. Mi cabeza da vueltas y tengo sueño. Cállense.

Diana abrió la puerta y antes de salir, Owen le susurró para no volver a molestar a Nayla.

—Trabajar para ese cerdo pervertido no era una opción. ¿No lo entiendes? Que Elliot te lo explique.

El infierno que construimos [COMPLETA] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora