26.

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—Dependemos de ti, Emma.

—Cualquier cosa que creas necesaria debes decirla, ¿de acuerdo?

—Arriba —dijo la rubia señalando la punta del campanario—. Ahí.

—¿Ahí está el cuarto oscuro? —preguntó Elliot y la chica asintió.

—Si está tan arriba, ¿cómo nos avisará si alguien viene? —cuestionó Nayla.

—Ten —La chica le dio a Diana un walkie talkie pequeño para que pudieran comunicarse estando en distancias tan lejanas—. Los vigilaré desde la ventana del tercer pasillo.

—¿Dónde encontraste eso? —preguntó Owen con una chispa de emoción en sus ojos.

—Adams —contestó ella—. Él es bueno.

La campana del fin de clases y para que comenzara la rutina de higiene nocturna sonó por todo el internado. Los adolescentes siguieron con sus rutinas como si nada, pues habían quedado en cumplir con el plan después de que todos los alumnos y la mayoría de profesores estuviesen dormidos.

Se apagaron las luces de los pasillos y de los dormitorios. Los cinco adolescentes dejaron pasar veinte minutos para que sus compañeros de dormitorio conciliaran el sueño y ellos pudieran salir. Nayla, Diana y Emma fueron las primeras en salir. Owen y Elliot se reunieron con ellas fuera del salón de música y volvieron a repasar el plan para que no hubiese ninguna falla o sorpresa. Ya todos sabían su lugar en el plan y estaban dispuestos a cumplirlo.

La primera en actuar sería Emma.

—¿Qué haces aquí, niña? —preguntó el guardia con voz varonil.

Emma corrió para abrazar al adulto y decir con voz quebrada:

—Alguien está en los baños.

El hombre gruñó asqueado por lo que Emma hizo y la alejó lentamente de su cuerpo.

—Escuche gemidos extraños.

El guardia entornó los ojos y odió su trabajo una vez más.

—Me acompañaras para verificar.

Emma asintió.

—Si es mentira, se lo informaré a la directora Wilson. Quedas advertida.

Volvió a asentir.

El guardia tomó su linterna y pidió a Emma que lo guiara al lugar donde ella había escuchado los falsos gemidos. Antes de hacerlo, la rubia lanzó con suma cautela las llaves de la puerta principal que le había quitado al guardia sin que él se diera cuenta cuando lo abrazo. Aquellas llaves eran necesarias para salir, ya que a Owen le habían arrebatado todo su manojo de llaves propias aquel día de la inesperada revisión. Nayla, Diana, Owen y Elliot se quedaron escondidos detrás de una de las paredes hasta que el guardia y Emma salieron de su campo de visión. Owen fue quien atrapó las llaves que Emma lanzó y enseguida abrió la puerta principal. Los cuatro adolescentes avanzaron con cuidado y cruzaron el patio para llegar al campanario, no era tan difícil entrar, ya que siempre estaba abierto.

Una vez dentro, Diana y Owen guiaron a sus amigos al armario en el que ella y él se habían escondido aquella noche. Lo abrieron y empujaron el fondo del armario para abrirlo. Primer empujón y no se abrió, segundo empujón y tampoco se abrió, tercer empujón y los cuatro adolescentes cayeron bruscamente del otro lado. El polvo volvió a alzarse y a ahogar la garganta de todos.

¿Ya entraron? —preguntó Emma a través del walkie talkie.

—Sí —contestó Diana—. ¿Tú cómo estás?

El infierno que construimos [COMPLETA] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora