12.

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Owen y Diana fueron lanzados a un cuarto oscuro y lleno de polvo que les provocó toser con fuerza. Diana intentaba observar lo que tenía enfrente, pero no lograba ver nada.

—¿Qué es este lugar?

Ambos jóvenes se levantaron del suelo mientras forzaban sus ojos para ver mejor y visualizar lo que fuera. Diana intentó volver a salir al armario, pero no fue posible. La especie de puerta escondida en el armario ya no se abría. Owen buscó un interruptor de luz con su mano y cuando lo encontró el chico lo encendió una y otra vez sin ningún éxito.

—No hay luces.

—¿Tienes un cerillo o algo?

—Claro que sí —Owen sacó la cajetilla de cerillos y encendió uno de ellos.

—Tu adicción a la hierba al menos sirve de algo.

Owen guiñó un ojo, orgulloso. Ambos muchachos alumbraban el cuarto y no encontraron nada más que telarañas, mucho polvo y escombro. Entonces Diana se dio cuenta de que no era una habitación de cuatro paredes. El lugar tenía unas escaleras de metal en caracol que subían a quién sabe dónde.

Owen y Diana tuvieron curiosidad y subieron con cuidado. El cerillo se terminó, pero Owen encendió otro nuevo. Escalón por escalón y con mucho cuidado de no caerse, ya que la misma escalera de metal estaba dividida.

Llegaron a una pared gris y malgastada. En realidad las escaleras no llevaban a ningún lado.

—No hay nada aquí.

—¿Crees que el padre sepa de este lugar?

—Puede que sí, puede que no. Por ahora no podemos salir porque Tymor y los dos guardias nos están buscando.

—Irán a los dormitorios a buscar quién falta. Nos atraparán de una u otra forma.

—Mira —Diana señaló una ventilación—. Podemos salir por ahí. Los tornillos están sueltos.

—¿Así como en las películas?

La pelirroja entornó los ojos. Pateó una y otra vez la ventilación y después de cuatro golpes logró quitarla.

—¿Cabes? —inquirió Owen.

—¿Tú cabes?

Diana se agachó y entró a la ventilación. Owen la siguió y así ambos se arrastraban como gusanos dentro de la ella. Ninguno de los dos tenía idea de a qué lugar los llevaría, pero era la única salida que pudieron encontrar.

—Hay tres caminos diferentes. ¿Cuál recomiendas seguir?

—Busca el que tenga luz al final. Esa debe ser una salida.

Diana siguió el camino de la izquierda y logró llegar a otra ventilación por la que se asomó por las rendijas y vio un cuarto con luces amarillas y un escritorio. Supuso que era la oficina del padre.

—Patéala.

Diana se giró como pudo y comenzó a patear la ventilación. Rezando a todo santo para que nadie escuchase los fuertes golpes. A la quinta patada, Diana logró quitar la tapa de ventilación y salir de donde estaban. Diana ayudó a salir a Owen y ya que lo lograron, vieron qué era lo que los rodeaba.

—¿Pero qué carajos...?

—No creo que esta sea la oficina del padre.

En las paredes de la habitación había cuadros y hojas de periódicos viejos pegadas en ellas. La cabeza de una cabra colgada como si fuera trofeo en una de las paredes de la habitación llamó la atención de Diana.

—¿Qué lugar es este?

—Diana... —advirtió el muchacho un tanto asustado.

La chica giró su eje y visualizó lo mismo que su compañero.

La pintura de cuatro mujeres atadas a un enorme palo de madera y siendo quemadas los dejó atónitos. Más fue la sorpresa cuando miraron la parte superior de la pintura. Pues se mostraba la figura de una quinta mujer colgada en un árbol y con un vestido blanco manchado de sangre.

—Esto no es del padre.

Owen se alejó de la pintura y se dirigió a la pared llena de periódicos viejos.

—Mira esto.

Diana se acercó y miró con atención cada una de las hojas viejas de periódico. Diana detuvo su vista en una noticia en específico que parecía más bien un escrito.

Roja como la sangre, ella la derramará. No la hagas enojar o la bruja roja el sueño eterno te dará y después te degustará.

La primera oración llamó la atención de Diana.

—Emma...

—¿Quién es Emma?

—La rara. La chica rubia que internaron en un manicomio antes de llegar aquí —explicó—. Ella nos estaba espiando en la biblioteca y me siguió cuando fui a darle unos libros al padre.

—¿Y qué? ¿Qué tiene que ver la rara?

—Ella dijo lo mismo —Quitó la noticia y la leyó en voz alta—. "Roja como la sangre, ella la derramará". Eso mismo me dijo Emma.

—¿Y qué hay de la segunda oración? Es lo mismo que escribió Mia Gordon antes de morir, pero hablaba de un rey no de una... bruja.

—¿Y si el Rey que buscamos no es hombre sino una mujer?

—Eso nos llevaría a un enorme retroceso.

Owen se alejó de su amiga y revisó el montón de papeles en el escritorio del cuarto. Encontró hojas con símbolos extraños y las noticias de las muertes de Mia Gordon y Anna Torres, al alzar las hojas se percató de que había fotografías debajo de ellas.

El muchacho fue de inmediato con la pelirroja.

—Tienes que ver esto.

Owen la tomó del brazo y la llevó al escritorio para enseñarle las fotos. La pelirroja no supo que decir al verlas, solo miró a Owen sorprendida y con sus ojos enormemente abiertos

—Alexa no fue la única colgada en ese árbol.

—Todas ellas —dijo Owen—, todas ellas murieron de la misma forma. Colgadas en ese árbol.

Nueve fotos más, sin contar la de Alexa. Era la cantidad de fotografías que había en el escritorio mostrando los cuerpos inertes de mujeres colgadas en un árbol vestidas de blanco y manchas de sangre.

—Owen —dijo, tomando una de las fotos y comparándola con la pintura.

—No jodas.

El árbol en las fotografías era el mismo árbol de la pintura. La mujer colgada vestida de blanco y manchas de sangre en la pintura se asemejaba a las mujeres de las fotografías. El terror y la confusión los estaban invadiendo, por lo que las voces de dos mujeres adultas a través de las ventilaciones lo asustó todavía más.

—Hay que largarnos de aquí —dijo Diana, asustada.

Los adolescentes no se llevaron nada del lugar más que el escrito que encontraron al principio. Ingresaron de nuevo en la ventilación por la que salieron y esta vez Owen era el que dirigía. El muchacho guió a Diana a la otra ventilación la cual daba salida al patio de deportes. El muchacho de dos patadas quitó la reja de ventilación y ayudó a salir a la pelirroja. Los dos salieron corriendo del lugar y se dirigieron a sus dormitorios.

El sueño no llegó a ninguno de los dos.

Diana sufría de insomnio y ahora menos conciliaría el sueño. Owen era alguien que dormía plenamente y sin problema alguno, pero ahora el chico estaba asustado y abrumado por lo que sus ojos habían visto. 

El infierno que construimos [COMPLETA] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora