EL DIABLO ME OBLIGÓ A HACERLO¹

22. Sacrificio y muerte

Los pasos de las dos mujeres mientras subían por las escaleras era lo único que se escuchaba en la casa silenciosa, ambas intercambiaron una mirada antes de abrir la habitación y mostraron una sonrisa a la persona que las miro al entrar.

—¿Dónde están todos? — pregunto en un susurro la joven debilitada sin la fortaleza de poder hablar más alto.

—No deben tardar— contesto la señora Negro mientras servía el té sobre la taza de cerámica blanca y luego se la extendió a la joven quien lo tomo entre sus pálidas manos—¿Sabes por qué le dicen la casa silenciosa? — pregunto la hermana Sombra mientras con una sonrisa miraba como Leonora se tomaba la taza de té.

Leonora negó con la cabeza mientras pasaba por su garganta la bebida amarga.

—Porque todos mueren en silenciosa. La muerte dormida— sonrió la mujer Negro sin dejar de ver a la joven quien tenía sus ojos puestos sobre la mujer mostrando confusión— Como la tuya.

Leonora observo el té por algunos segundos y luego miro a ambas mujeres.

—¿Qué me han hecho? — pregunto débilmente la joven.

—Tranquila— paso una mano la mujer Sombra sobre el cabello rubio de la joven— Todo sea por nuestro bien, la muerte no dolerá.

Leonora apretó la tasa entre sus manos y sin previo aviso la arrojo hacia ellas, se levantó de la cama y salió corriendo por el pasillo, descendió las escaleras de la casa, pero resbalo cuando sus pies se enredaron, comenzó a arrastrarse por el piso mientras miraba a las dos hermanas descender las escaleras cada una con un cuchillo en la mano y mirándola con una sonrisa.

—Pequeña niña, no puedes huir. Él está esperándote y debes ir con él.

Las lágrimas caían sobre las mejillas de Leonora sin dejarlas de ver. Un aullido en la parte de afuera hizo que las tres miraran hacia la ventana, las hermanas sonrieron entre ellas.

—Utilizaremos tu sacrificio y muerte con responsabilidad, tu muerte no será en vano— se pasó una mano la señora Sombra sobre su rostro e hizo una mueca para sí misma al sentir su piel arrugada, luego miro a su hermana— Terminemos con esto.