30. El adiós de un ángel

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Los pasos apresurados de los jóvenes hicieron que Leonora sonriera al mirar a las personas frente a ella.

—¿Estas bien? ¿Estas herida? — pregunto Helen tomando entre sus manos la cara de su amiga.

—No me abandonaron— susurro Leonora y sonrió mientras miraba a los tres.

—Jamás íbamos a dejarte— contesto Willard.

Cole miro los cuerpos muestro de las hermanas y miro a Leonora.

—¿Tú las mataste? — pregunto el joven con impresión— Esas locas casi me dejan morir bajo tierra. ¡Me enterraron vivo! — soltó con exageración el chico.

—Yo no las mate. Entre ellas lo hicieron...

—Eso explica que si están locas...—hablo Cole e hizo una mueca.

Leonora abrazo a Willard y oculto su rostro sintiendo una paz que transmitía el joven, luego miro hacia atrás y se alejó lentamente del chico y susurro:

—¿Mia?

La joven fantasma se acercó al grupo y se arrodillo frente a Leonora quien negaba la cabeza creyendo que era una ilusión.

—¿Qué haces aquí?

Mia le regalo una sonrisa y paso una mano sobre el rostro de la joven, el tacto de Mia tranquilizo aún más a Leonora.

—No iba a dejarte sola— contesto el fantasma.

Leonora sonrió y luego negó con la cabeza mientras por sus mejillas resbalaban varias lágrimas.

—Lo siento... yo— miro a Mia quien le sonreía— Jamás debí llevar ese juego, tu estarías aquí con nosotras y...

—Basta— pidió con suavidad Mia— No es tu culpa. Mi vida estaba escrita en muy pocas páginas, agradezco el tiempo que estuve en la tierra y agradezco volver a verlos para ayudarlos. Pague mi error y me siento bien conmigo misma, estoy feliz.

Leonora sollozo ante las palabras de su amiga.

—Además, siempre seré más joven— sonrió con alegría Mia mirándola logrando que Leonora sonriera entre su tristeza.

El sonido de las trompetas en el cielo hizo que los cinco jóvenes miraran hacia la oscura noche.

—¿Qué es eso?— pregunto Cole mirándola.

—Las trompetas de los ángeles, debo volver ya, mi tiempo ha terminado— miro la joven a sus amigos y les sonrió, luego Mia volvió a hablar— El me viene a buscar.

—¿Quién? — pregunto Arvin mirando a su hermana.

Mia señalo hacia la oscuridad como la silueta de una persona se aproximaba a ellos, pero al acercarse cada vez mas, era George.

—¿Qué hace el...?

—No le hagas preguntas— interrumpió Mia a su hermano Arvin— Se suicidó hace una hora tras recordar todo su pasado y saber que su familia lo odia hasta el día de hoy. El jamás quiso matarme, el diablo lo obligo a hacerlo.

La silueta de George se detuvo a unos metros de ellos.

—Está esperándonos— hablo George mirándola, luego miro a sus amigos y asintió con la cabeza.

Mia miro al chico y regreso su vista a sus amigos.

—Es hora, debo irme, pero no me extrañen. — hablo al mirar los rostros de sus amigos— Búsquenme en la mañana cuando el sol se filtra por sus ventanas, cuando el aire sopla frente a sus rostros y en cada alegría que tengan, ahí estaré con ustedes.

Mia comenzó a alejarse de ellos hasta que se posiciono al lado de George quien permanecía callado, ambos se tomaron la mano y sonrieron.

—Los esperaremos haya— hablo la chica y ambos dieron media vuelta caminando entre el pasto frio mientras el viento soplaba de un lado a otro, luego desaparecieron dejando una paz en La Ciudad Silenciosa que hace mucho tiempo nadie había sentido.

EL DIABLO ME OBLIGÓ A HACERLO¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora