11. Pasos en el techo

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Arvin Russel jamás había asistido a una cena tan silenciosa como aquella, el sonido de los cubiertos golpeando la cerámica era lo único que se escuchaba en el gran comedor de diez sillas, en cada extremo de la mesa de caoba café se encontraba las hermanas Sombra y Negro cada una con su atención puesta sobre su comida. El joven castaño miro de reojo a Cole quien le daba un sorbo a su vino tinto y a su lado derecho se encontraba Willard moviendo de un lado a otro la comida sin apetito alguno.

La mirada de Arvin se posó en la joven que estaba frente a él, Helen comía sin mirar a nadie sumida en sus propios pensamientos mientras se repetía una y otra vez el por qué había tomado ese caso, le dio un sorbo a su copa de vino tinto y la dejo sobre mesa y observo como el vino se movió de un lado a otro por varios segundos, los ojos celestes de la joven se posaron en la persona que se encontraba frente a él y frunció el ceño al mirar a Arvin mirándola fijamente.

Cole alejo su plato de comida y dejo los cubiertos sobre el plato, apoyo sus brazos sobre la mesa de madera y soltó un suspiro que atrajo la atención de amabas hermanas.

-¿Cansado? - pregunto la señora Noche mirando al joven.

Cole asintió con la cabeza y se cruzó de brazos mirando el gran ventanal que daba hacia el exterior, aquella gran ventana tenía unos acabados muy antiguos. Unos pasos aproximándose hizo que todos miraran hacia el pasillo, Leonora venia caminando mientras miraba a su espalda de vez en cuando, detuvo su andar rápido y miro a los presentes.

-Lamento la tardanza, me he perdido- mintió la joven mirando a ambas mujeres.

-No te disculpes querida, la casa es muy grande muy pronto te familiarizaras a ella- le contesto la señora Negro y señalo la silla vacía.

Leonora agradeció asintiendo con la cabeza y tomo lugar frente a Willard quien la miraba sin creerle, había algo en su expresión que decía todo lo contrario sabiendo que era una mentira, el joven le dio un sorbo a su bebida sin dejarla de mirar.

Un crujido en el techo hizo que la mirada de los jóvenes se posara en él, se escuchaba como una persona arrastrara algo muy pesado sobre las tejas de la casa antigua, el sonido se recorrió hasta la sala y luego desapareció por arte de magia dejando en su lugar el sonido silencioso de la noche.

-¿Qué ha sido eso? - pregunto Cole mirando a las mujeres.

-Debió ser un gato- contesto la señora Sombra sin tomarle mucha atención al asunto.

-¿Un gato? - pregunto Helen mirando a la mujer- Los gatos no hacen mucho ruido, son muy silenciosos.

La mujer le dio un sorbo a su bebida y miro a Helen.

-Es una casa muy antigua y el techo tiene varios defectos que provoca que hasta el mínimo sonido se escuche por toda la casa- la mujer se levantó de la silla y miro a su hermana- Si nos disculpan, fue un día muy largo y queremos descansar.

-Buenas noches- se despidió la señora Negro y salió del lugar junto con su hermana.

El silencio se instaló sobre los jóvenes hasta que Willard se encargó de romperlo.

-¿Nos vas a decir que te paso o vas a callar?

Leonora alzo sus ojos del plato y miro a Willard quien la miraba fijamente, este apoyo sus brazos sobre la mesa. La joven observo como todas las miradas se habían posado sobre ella.

-No se dé qué hablas- contesto la joven levantándose de la silla y tomando sus cubiertos para dejarlos en el fregadero.

-Cuatro años Leonora que fuiste mi novia y te conozco a la perfección, sé que tienes algo- contesto Willard.

Leonora miro al hombre y cerro el grifo del agua, les dio una última mirada y antes de salir hablo.

-Buenas noches.

Las miradas de los jóvenes restantes se posaron en su compañera que se perdía en la oscuridad de la casa descifrando cada uno en su cabeza que le podía estar pasando.

EL DIABLO ME OBLIGÓ A HACERLO¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora