Desde niños, Yoongi siempre lo cuidó y protegió de todo, así que cuando este le confiesa sus gustos, Jungkook decide compensarle tantos años de protección, volviéndose su guardaespaldas personal
-Si alguien le pone un puto dedo encima, se lo rompo...
Yoongi se sentó y se puso sus bragas negras dándole la espalda. Él se aseguró de tener bien acomodados los boxers y se sentó para tomar su mano. El castaño se volteó con la peluca hecha un desastre y los labios hinchados.
-¿Por qué no?- Preguntó Jungkook con un hilo de voz.
Yoongi soltó un suspiro y se sentó a su lado, llevó su mano a su mejilla y la acarició con amor y cuidado, regalandole una sonrisa apenada.
-Nam me ha pedido otra cita- Respondió en un susurro. -Y he dicho que si-
Jungkook sintió su corazón estrujarse en su pecho. Como si un nudo se formase en su garganta, y cientos de agujas se clavaran en sus pulmones.
-Dile que no-Soltó en un murmullo entrecortado.
-No haré eso, bebé- Respondió Yoongi sonriendo enternecido. -Entiendo que quieras seguir experimentando, pero yo quiero algo serio- Explicó mintras se acercaba a la blusa que había perdido en el camino.-Y no puedo tener eso con mi mejor amigo-
Jungkook bajó su mirada y vio el anillo en su dedo anular. Soltó un suspiro y asintió antes de regalarle una hermosa y falsa sonrisa.
-Te prestaré una sudadera para que vayas a tu casa-Dijo acercandose a su closet.
-¿No vienes conmigo?- Preguntó tomando la prenda que el mayor le tendía mientras negaba.
-Voy a tomar un baño, a cambiar las sábanas y comer algo- Dijo alzando los hombros. -Iré mañana-
Yoongi asintió dudoso, poniendose la sudadera ajena que llegaba a cubrir más sus muslos de lo que lo hacía la falda, y se inclinó sobre él, poniendo su mano en su pecho y sus pies en punta, para poder dejar un suave beso en sus labios.
-Por cierto- Susurró sin apartarse. -El mejor orgasmo de mi vida-
-Igualmente- Susurró Jungkook al verlo separarse.
Siguió con la mirada al menor hasta perderlo de vista en el pasillo de su casa, y luego caminó hasta su ventana para verlo cruzar la calle y entrar a su casa.
Soltó un suspiro lastimero y se arrojó a su cama viendo al techo y maldiciendo a todo y todos, pero en especial a él mismo.
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