Nuestra.
Reclámala ahora. Aparéate con ella. Márcala.
Mi bestia aulló, chasqueó... exigió que hiciera esas cosas ahora. Átala a nosotras. Agarrarla con fuerza. Quítala a los que nos bloquean de ella.
Mostré mis dientes y gruñí a los cuatro machos que formaban un muro frente a mi pequeña compañera. Sentí que mis caninos se alargaban aún más, sentí que mi altura de casi dos metros aumentaba. Llevaba tanto tiempo a punto de convertirme en loba que se había convertido en mi segunda naturaleza.
Pero ahora nos hicimos más grandes, más rápidos, más fuertes para protegerla mejor.
El poder cobró vida dentro de mí por primera vez en más de cuatrocientos años.
Asomó la cabeza por el brazo grueso de uno de los machos, con el pelo ligeramente ondulado.
El aire abandonó mis pulmones, mi cuerpo se hizo más grande, más duro.
Estaba aquí, finalmente aquí, a solo unos metros de distancia de nosotras. Dioses, era encantadora, la cosa más hermosa que jamás había visto.
Me miró fijamente a los ojos, los suyos amplios y azules, tan azules como el océano y brillantes como las estrellas.
Uno de los machos extendió el brazo como si fuera una barra delante de ella, y giré la cabeza en su dirección, gruñendo por lo bajo, como advertencia de que no debía tocar lo que era mío.
Abrí mis fosas nasales mientras inhalaba, absorbiendo su aroma. Olía glorioso, como el sol, y fresco, como mía.
Un aroma que me volvía jodidamente loca de necesidad y deseo, de esperanza y lujuria. La cantidad de emociones nuevas que iban y venían dentro de mí podría haber puesto de rodillas a un hombre menor. Mi cabeza se agitó, mi sangre se aceleró. Volví a inhalar, oliendo mi propio aroma de reclamo, uno que recubriría a mi compañera cuando finalmente la reclamara, junto con el mordisco que había puesto en ese esbelto y bonito cuello suyo.
Al pensar en hundir mis caninos en su tierna garganta, me puse más dura, mi loba más frenética.
¡Ve hacia ella ahora!
Volví a inhalar, buscando entre los olores de la habitación para descifrar quiénes eran esos machos para ella.
Que los dioses les ayuden si se les ocurre reclamarla. La loba que llevaba dentro se empeñó en liberarse y ponerlos en su sitio, en hacer que esos cachorros se sometieran a mi dominio y a mi poder de alfa.
Pero eran familia, compartían la misma sangre que mi pequeña compañera.
Un macho a mi derecha se acercó a mí y giré mi cuerpo para mirarlo. Era un macho grande, un vampiro del que olía la agresión. Una hembra estaba detrás de él mientras él usaba su gran cuerpo para protegerla. Era su compañera.
Podría haberle arrancado la garganta por atreverse a acercarse, por pensar que podría detenerme. Sacudí la cabeza para despejarla, recurriendo a mi humanidad para rallar con una voz distorsionada: -Harías bien en mantener las distancias, vampiro. - Mis caninos goteaban saliva, mi animal empujaba aún más. -Solo me apetece uno en esta habitación.
Inmediatamente dio un paso atrás, manteniendo a su hembra detrás de él.
En esa retirada, miré fijamente a mi compañera una vez más.
Volví a señalarla con el dedo. No dije nada... solo me lancé hacia ella.
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Eres mía - Meddison G!P
Hombres LoboAddison Había perdido la cabeza, era más animal que humana. Más loca que cuerda. Y todo porque no había encontrado a mi pareja, esa alma nacida para ser mía y solo mía. Como Lycan de más de cuatrocientos años, un ser sobrenatural que era capaz de c...