Capítulo 32 ADDISON

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La noche siguiente...

No podía respirar y me levanté para ajustarme el cuello de la camisa.

-Estás muy bien, pero hasta yo noto que estás nerviosa.

Miré el dulce rostro de mi compañera y sentí que sus palabras se infiltraban en mí y calmaban mi palpitante corazón.

Lo pensara ella o no, estaba dispuesta a meterme en otra bronca con su padre y sus hermanos. No estaba convencida de que fueran a aceptar nuestro apareamiento, independientemente de lo que le dijeran.

Aunque hubiera preferido un lugar neutral para hacer este encuentro, mi Meredith se sentía más cómoda en la casa de su familia, y no iba a negarle nada.

Después de la situación de Owen, Meredith llamó a su familia. Aunque todos los instintos protectores que había en mí rugían diciendo que quería ser la única que cuidara de ella, intentaba educarme en que tenía a otras personas además de a mí, y tenía que acostumbrarme a dejarla tener eso.

Me alegré de que Thatcher, una vez que se enteró de las estupideces de Owen, hubiera querido ir por el macho y arrancarle la garganta. Yo me habría puesto al frente de esa fila en un instante. Pero todos necesitaban "calmarse y tranquilizarse", como había dicho Meredith. Y por ella, podía retroceder. Por ahora. Pero si ese imbécil volvía a poner un pie cerca de mi compañera, no habría nada que me impidiera arrasar con ella hasta que no quedara nada.

Así que aquí estábamos, de pie frente a las enormes puertas dobles de madera, los grabados y los detalles lobunos hablando de su ascendencia. Deslizó su mano entre las mías y me miró, con una suave sonrisa en sus labios. No pude evitarlo. Agaché la cabeza y le robé un beso, saboreándolo, dejando que me diera fuerzas para superar los siguientes momentos.

Y cuando la puerta se abrió y una mujer carraspeó, me levanté rápidamente, sintiéndome como una niña a la que acaban de atrapar comiendo el postre antes de la cena.

La mujer del otro lado era claramente la madre de Meredith. El parecido era asombroso. Su corto cabello era rubio y le caía sobre los hombros, y sus grandes ojos azules miraban a su hija con amor maternal. Extendió sus brazos y, sin decir nada, Meredith se dejó caer en ellos.

Me quedé observando la interacción, percibiendo el amor y el afecto entre ellas, y odiando haber causado cualquier tipo de conflicto entre mi compañera y su familia.

Pasaron muchos momentos después de que Meredith se apartara cuando me di cuenta de que su madre me estaba mirando. Me miraba de arriba a abajo de forma escrutadora, el tipo que un padre da a un posible pretendiente.

-Vaya, eres una gran loba, ¿verdad?

Me aclaré la garganta y, por primera vez en mi larga vida, me sentí... tímida ante su evaluación.

-Así que tú eres la loba que se llevó a mi niña y la escondió. -No lo formuló como una pregunta, y no me molesté en responder.

Simplemente se enderezó e inclinó la cabeza. Ambas sabíamos que lo que ella decía era la verdad. Lo que ella no sabía, o tal vez sí, era que lo volvería a hacer sin dudarlo si el resultado final fuera el mismo y Meredith estuviera en mis brazos.

Permaneció en silencio durante varios segundos más antes de que una pequeña sonrisa se dibujara en sus labios. -Me ha dicho lo bien que la tratas.

Sentí que mi pecho se hinchaba de orgullo y asentí, sin poder evitarlo, mientras rodeaba con mi mano la cintura de mi compañera y la acercaba a mi lado, sintiéndome protectora con ella incluso ahora.

Eres mía - Meddison G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora