Capítulo 17 MEREDITH

1.6K 135 11
                                    

Fue un movimiento brusco y sacudido el que me despertó, haciendo que un fuerte jadeo saliera de mi boca, seguido de una profunda inhalación de aire para llenar mis pulmones.

El dolor fue intenso. Instantáneo.

Abarcó todo mi costado, un calor ardiente como si mi cuerpo estuviera en llamas. Grité antes de poder contenerme, agarrándome las costillas, las lágrimas recorriendo mis mejillas antes de sentirlas caer.

Sabía que estaba en un coche a pesar de tener los ojos cerrados. No me atrevía a abrirlos, no cuando la cabeza me daba vueltas y la amenaza de vomitar estaba ahí mismo.

Pude oír a Addison maldiciendo en rumano, y luego sentí la pesada presencia de su cálida palma en mi muslo. Su tacto era tentativo, como si tuviera miedo de poner su mano sobre mí, como si le preocupara que me causara más dolor.

-Addison. - susurré, pero mi voz no era más que un graznido. La cabeza me daba vueltas, la bilis me subía a la garganta mientras se me revolvía el estómago.

Otra sacudida del vehículo, otro dolor punzante. Otro grito de agonía que no pude detener, aunque quería -necesitaba- ser fuerte.

-Oh. - murmuré pero no estaba segura de haber dicho las palabras en voz alta. -Addison. Addison, me duele. - Apreté los dientes, convencida de que estaba gritando en mi cabeza, de que estaba sola, de que nadie me oiría.

Y entonces inhalé, olí su aroma, mi compañera, y sentí que un poco de la presión me abandonaba, sentí que esta calma intentaba moverse sobre mí, a través de mí, para aliviar el malestar.

-Ah, pequeña, lo siento. Te quitaría el dolor si pudiera. - Me pasó la mano por el muslo y apreté los dientes cuando el vehículo dio otra vuelta brusca.

Quería abrir los ojos, para ver qué me pasaba. Mis recuerdos eran confusos, mezclados. No podía distinguir lo de arriba de lo de abajo, porque el dolor me robaba la conciencia y se imponía en mi cabeza.

Y fue entonces cuando la oscuridad me tomó, y qué dulce alivio fue.

Siento las manos sobre mí; un cuerpo cálido que me aprieta. Me di cuenta de que me estaba moviendo, y los pequeños y bruscos movimientos me hicieron apretar los dientes mientras me rodeaban oleadas de dolor.

Estaba en los brazos de alguien que me llevaba.

Addison. Estaba en los brazos de Addison.

Gemí y sentí que el ritmo se aceleraba, escuché más palabras apresuradas que se filtraban a mí alrededor desde ella, palabras que no podía entender. No sabía si estaban en su lengua materna, o si era porque mis oídos estaban llenos del sonido de mi pulso acelerado.

Su voz profunda me rodeaba.

Quería abrir los ojos, mirarla, que me contara los trozos de memoria que me faltaban. Pero no cooperan, como si estuvieran pegados, sellados para siempre.

El pánico se apoderó momentáneamente de mí, mi corazón palpitó con más fuerza, el sudor me cubrió. Luché aunque eso me hizo doler aún más. ¿Por qué no podía abrir los ojos? Dios, ¿me estaba muriendo? Me estaba muriendo, el mundo se desvanecía de mí.

No, no, no quería morir. Por fin había sentido lo que era vivir. Por fin me había dado cuenta de lo que era estar viva, de lo que era estar completa.

Y era porque tenía a Addison. Nos habíamos encontrado la una a la otra.

Lloré, pero no era de dolor. Era por el miedo a perderlo, a perderlo todo.

Eres mía - Meddison G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora