Capítulo 18 MEREDITH

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-Hembra. Meredith - siseó con esa voz de dolor. Dejó caer su camisa, que afortunadamente le cubría la entrepierna, pero su polla era tan dura y larga que aún podía verla a pesar de la tela extra que había ahora. -Tu olor es indescriptiblemente adictivo.

Retrocedió un paso y levanté la vista hacia su rostro, sabiendo que por mucho que quisiera permanecer en esta pequeña burbuja de placer con Addison, la realidad era una amenaza muy real.

Cerré los ojos y traté de controlar mi respiración... y mi cuerpo, antes de volver a abrirlos. Observé cómo Addison se paseaba, pasándose una mano por el pelo, despeinando aún más las largas y pelirrojas hebras.

Volví a tragar, con la garganta todavía un poco tensa y seca, y me concentré -o intenté hacerlo- en otras cosas para no pensar en el hecho de que era muy consciente de la cercanía de Addison y de mi necesidad de ella.

Miré alrededor de la habitación. Era grande, espaciosa. También parecía de la vieja escuela, con las vigas expuestas en el techo, uno que estaba arqueado y abovedado, que parecía llegar tan alto que nada podría tocarlo. Las paredes tenían la mitad de paneles de madera oscura, y la mitad superior estaba empapelada con un precioso damasco color crema.

Aparte de la cama, solo vi una cómoda intrincadamente grabada a un lado, una pequeña mesita de noche a mi izquierda y la pequeña silla en la que había estado sentada Addison. No había ninguna otra decoración, ni siquiera cuadros colgados en las paredes que demostraran que aquel lugar estaba habitado, que era un hogar.

- ¿Dónde estoy?- Volví a mirar a Addison, sin sorprenderme de que siguiera observándome atentamente. Le dediqué una pequeña sonrisa y le dije: -No voy a ninguna parte. - Porque sabía que esa era su preocupación.

Y obviamente no lo decía literalmente, ya que estaba sentada en esta cama, herida. En mi corazón, la verdad era que quería estar aquí con Addison. Sabía que una vez que dejara la "seguridad" de la finca para verla, todo cambiaría.

Tenía miedo de lo desconocido, pero lo había previsto.

Y una parte de mí realmente quería que ella supiera que estaba aquí, para siempre, por el tiempo que fuera.

Dejó escapar una respiración larga y áspera, como si hubiera estado aguantando todo este tiempo. Parecía cansada. Exhausta.

-Todavía estás en Escocia.

Me lo imaginaba, ya que solo había estado fuera unas horas. No habría podido viajar tan lejos en ese lapso de tiempo.

-Pero, ¿dónde está aquí en Escocia?- Volví a echar un vistazo a la habitación. Me recordaba a la finca de mis Padres, con la artesanía que ya no utilizaban en las estructuras modernas. Apuesto a que el resto de esta casa tenía toques de inspiración gaélica, quizá tartanes, estandartes, escudos familiares.

Mis ojos se posaron en la gran chimenea situada frente a la cama. Era tan ancha como alta, y el fuego que había en su interior era un ente rugiente. Pero dado el tamaño de la habitación, era lógico que se necesitara una chimenea tan grande para mantener el calor.

-Es una de nuestras propiedades.

Giré mi cabeza en su dirección ante su elección de palabras.- ¿Una de nuestras propiedades?

-La Casa Moorehill está a unas cinco horas de donde viven tus padres.

No se me pasó por alto el hecho de que no había afirmado que esa fuera mi casa también, sino donde vivían mis Padres. Pero sabía que para un Lycan apareado, una vez que encontraba a su pareja, siempre estarían vinculados. Su hogar era de ambos. No había "otro".

Eres mía - Meddison G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora