Abracé a mi compañera, esta sensación total de satisfacción me llenaba. Nunca había llorado en mi vida, pero en ese momento, mientras abrazaba a mi Meredith, sentí ganas de llorar como un bebé.
- ¿En qué estás pensando?- susurró ella, el silencio interrumpido intermitentemente por el sonido del fuego crepitante.
-En que el mero sonido de tu voz me da paz. - Sentí su sonrisa contra mi pecho y la abracé. Puede que solo haya sido mía en el sentido literal de la palabra durante una semana, y puede que solo me haya apareado con ella en el último día, pero era lo mejor y más glorioso que había llegado a mi vida.
-Aunque me encanta oír todas las cosas dulces que dices de mí.- dijo y se levantó ligeramente para poder mirarme a la cara. -puedo decir que hay algo pesado en tu mente.
Sonreí y levanté la mano para acariciar su mejilla. Me maravilló la textura de su carne, y lo cálida que estaba, el hecho de que sus mejillas estuvieran teñidas de rosa por el apareamiento, por follar... por hacer el amor. Todo era uno y lo mismo cuando se trataba de reclamar a mi hembra. -Tu piel es tan suave. - murmuré y la atraje hacia mí al mismo tiempo que me levantaba para besarla.
Nuestros labios se movieron juntos apasionadamente, lentamente. Me embriagaba fácilmente con ella. Y el mero hecho de sentir sus labios sobre los míos, de tenerla cerca, de saber que era mía, me decía que todo el tiempo que había esperado por ella, toda la agonía y el dolor que había sufrido, habían valido la pena.
Volvería a pasar por la locura si el resultado fuera mi Meredith.
Cuando me separé, fue para respirarla. Ella era mi fuerza vital. Mi línea de vida. Mi corazón latía por ella. Tomé aire en mis pulmones por ella. Era su protectora, su amor por siempre. Y todos estos siglos me habían preparado para ese papel.
- ¿Puedes hablarme de tu vida?- preguntó y se acurrucó de nuevo contra mí.
Mi pecho zumbó con el renovado placer de tenerla cerca. - ¿Qué te gustaría saber? Te contaré todo. Todo.
Permaneció en silencio durante largos momentos, con sus delgados y delicados dedos recorriendo los músculos de mi abdomen como si estuviera ensimismada. Sabía lo que quería saber sin que lo dijera, y estaba claro que mi pequeña hembra no sabía si debía abordar el tema.
Incliné la cabeza hacia abajo y besé su coronilla, cerrando los ojos e inhalando su dulce aroma en mis pulmones. Nunca tendré suficiente de mi Meredith.
- ¿Quieres saber cuándo empecé a perder la cabeza?- Mi voz era suave, gentil. Pero aun así sentí que se tensaba contra mí. -Está bien. Quiero decírtelo. - La abracé más fuerte contra mí, la sola idea de que no estuviera a mi lado era tan jodidamente dolorosa que se me cortaba la respiración en el pecho. -Necesito decírtelo. - Y lo hacía, me di cuenta.
Me quedé en silencio durante largos momentos mientras pensaba en cómo explicar todo esto.
-No hubo ninguna causa profunda que fuera intrincada y detallada para mi caída. - susurré. -El simple hecho es que mi soledad y la necesidad de mi persona -de ti, dulce Meredith- me habían consumido tanto que, con el tiempo, dejé que se apoderara de mí. - Con mucho gusto, me guardé para mí. -Era más fácil dejar que la oscuridad y la locura se apoderaran de mí, porque así me daba un pequeño respiro al dolor de no tener a mi otra mitad. - Levantó la cabeza para mirarme de nuevo. -Me ayudó a aliviar la agonía de no tenerte. - dije suavemente.
-No fue hasta que empecé a perder el control del mundo y de la realidad cuando me di cuenta de lo que estaba ocurriendo. - añadí en voz baja, casi distraído, pensando en todos esos siglos atrás, cuando todo lo que me rodeaba empezó a tener cada vez menos sentido.
Ella permaneció en silencio, pero supe que no era porque no supiera qué decir, sino porque me estaba dando ese tiempo para que aceptara contarle a alguien mi historia después de tanto tiempo.
-Tenía a mi hermano, podría haber hablado con él de todo esto, pero no habría servido de nada. - Sentí una punzada en el pecho al pensar en todo el dolor y la desesperación que le había causado a Mark.- Debería haberle dejado en paz hace tiempo, haber encontrado mi propio camino y no quedarme en nuestra casa ancestral.
-Estoy segura de que te quiere mucho, y marcharte habría sido aún más doloroso.
Sonreí, porque solo mi compañera podría pensar eso de mí.
-Pero, ¿por qué no te fuiste?- preguntó suavemente, sin dejar de pasar sus dedos por mi abdomen.
Pensé en su pregunta, y la respuesta fue tan fácil como respirar.-Porque en el fondo, por muy dañada que estuviera mi mente, no quería estar sola. - Me quedé mirando las vigas expuestas del techo, pensando en ese dolor y esa sensación de ruptura que parecían un recuerdo lejano ahora que tenía a Meredith. - ¿Te doy miedo?- Me obligué a preguntar.
- ¿Miedo?- La confusión en su voz era clara, y volví a centrarme en ella.
Asentí. - ¿Porque dejé que mi loba subiera demasiado a la superficie y la dejé permanecer ahí durante mucho tiempo?Sus ojos recorrieron mi rostro mientras, sin duda, volvía a fijarse en mi aspecto.
Aunque parecía humano, una mujer, debido a que mi loba estuvo tanto tiempo en la superficie, me había cambiado. Era más alta, más tosca. Era más agresiva, dominante; mi loba tuvo el poder durante tanto tiempo que realmente no sabía si podría volver a ser mi ser humana completa.
-No sé si podré volver a ser normal, no al menos físicamente. -Sentí que mi mente ya empezaba a recomponerse, pero incluso entonces no estaba segura de que pudiera volver a estar completa, no si ella no estaba en mi vida. Meredith me mantenía sujeta a la realidad.
Me dedicó otra pequeña sonrisa. -Oh, Addison. Eres normal. Para mí, eres perfecta.
Levanté la mano y la puse sobre mi pecho, mis garras se clavaron en mi piel mientras el órgano dolía por primera vez en el placer.
-Y para ser sincera. - murmuró, sus pupilas se dilataron y sus labios se separaron al mirar mi boca. -Me gusta que tu animal interior esté siempre ahí, tan cerca de la superficie. Me hace sentir tan segura.
Gruñí por lo bajo. No, no era yo, era mi loba la que hacía ese sonido de placer ante su compañera.
Se sentó más, su mano cayó de mi piel, la pérdida de ella profunda para mí. -Eres una mujer muy buena, Addison. Tienes un corazón y un alma bondadosos. - Sacudí la cabeza, negándome a aceptar sus dulces palabras. -Lo creas o no, eres buena. - Levantó su mano y la pasó por mi piel, su tacto ligero y suave, su mano apenas abarcaba mi cara porque era muy pequeña. - ¿Sabes cómo sé que tienes un buen corazón?
Mi respiración salió entrecortada y cubrí su mano con la mía, manteniéndola pegada a mi mejilla, incapaz de separarme de su tacto.
-Es por la forma en que me miras, la forma en que me tocas, me mantienes protegida y segura. - Sonrió suavemente. -Es por la forma en que me besas, tan suavemente, como si pensaras que me voy a romper. - Sus mejillas se tiñeron de rosa y apartó la mirada. Un gruñido bajo me dejó al oler su floreciente excitación. -Es la forma en que te aseguras de que mi placer se anteponga al tuyo.
Agarré suavemente su pequeña barbilla entre el pulgar y el índice y la obligué a mirarme de nuevo. -Solo soy así contigo, cariño.- La acerqué para darle un beso casto. O eso pretendía. El beso se volvió apasionado y acalorado, minucioso e intenso. Solo cuando me obligué a retirarme, vi que mi pequeña compañera estaba de nuevo lista para mí. -Tienes que estar dolorida por mi insaciable pasión por ti. - murmuré, con la mirada puesta en sus labios.
-No. - susurró, exhalando, y entonces fue ella quien me besó. La dejé tomar la iniciativa, tener el poder. Era la primera vez en mi vida que cedía el control voluntariamente a otro ser.
Y por primera vez en mi vida, me sentí... bien.
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Eres mía - Meddison G!P
Hombres LoboAddison Había perdido la cabeza, era más animal que humana. Más loca que cuerda. Y todo porque no había encontrado a mi pareja, esa alma nacida para ser mía y solo mía. Como Lycan de más de cuatrocientos años, un ser sobrenatural que era capaz de c...