Capítulo 12 MEREDITH

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Ciertamente no era así como veía que se desarrollaba la noche, pero mentiría si dijera que no se sentía exactamente como debería haber sido.

Con mi espalda pegada a un árbol.

Con mi compañera enjaulándome con sus manos a cada lado de mi cabeza.
Pasó su nariz por mi garganta desnuda mientras inhalaba profundamente.

Mi cabeza estaba apoyada en la corteza del árbol, con los ojos cerrados y los labios entreabiertos. Mi instinto me decía que arqueara el cuello, que le diera a Addison acceso completo.

-No puedo evitarlo en lo que a ti respecta. Lo siento. - dijo una y otra vez mientras me olía. Sabía que había absorbido mi olor en sus pulmones, la parte de loba que necesitaba eso.

Me sentí tan bien, tan bien al tener su cuerpo casi presionando contra el mío. Apenas había espacio entre nosotras, tal vez un palmo de distancia. Pero quería que ese pequeño espacio desapareciera. Quería su pecho contra el mío. Su excitación coexistía con la mía.

Podía sentir el calor de su cuerpo. Podía oír los latidos de su corazón. Era constante y fuerte. El mío era rápido y errático.

Verlo tan cerca me permitió saber cuán lejos estaba. Lo casi convertida que se había vuelto. Aunque había oído que había perdido la cabeza, parecía muy cuerda en esta ocasión, controlada y dispuesta a darme todo lo que quisiera.

¿Siempre sería así, más grande, más fuerte, porque había estado atrapada en esta forma durante demasiados años? Eso debería asustarme en lugar de excitarme más.

Me sentía tan frágil, como si estuviera frente a una montaña. Podía aplastarme fácilmente, pero Addison era estable e inamovible, un hogar si le dejaba serlo.

Y sabía que eso era Addison para mí. Un hogar. Mi hogar.

Olí su sangre tan pronto como pasé por encima de la pared. Era un aroma rico y metálico que instantáneamente hizo que mi hambre aumentara... hizo que mi excitación succionara el mismo aire de mis pulmones. Nunca había olido nada tan embriagador como Addison, el tinte de cobre en el aire, esa capa de dulzura.

Nunca había tenido tanta hambre de algo en mi vida.

Y ahora, al estar apretada contra el árbol, mirándola, con sus caninos pinchando su labio inferior, con pequeñas heridas que brotaban con gotas de carmesí, me había perdido en mi hambre por ella. Era esta punzada la que me carcomía lentamente por dentro.

Cada vez que respiraba, olía su aliento cálido y metálico, y se me hacía agua la boca, mis colmillos se alargaban y esta humedad extraña se derramaba entre mis muslos.

Nunca me había sentido excitada hasta que le miré a los ojos por primera vez en Rumanía. Y ahora, tenerla tan cerca, sentir el calor de su cuerpo, su nariz recorriendo mi cuello... me hacía temblar hasta la médula.

Me hizo anhelar cosas que solo un macho podía darme. Mi compañera.
Addison.

-Ah, mi dulce Meredith. Puedo sentir tu hambre. - retumbó contra mi oído.

Su voz era profunda, y las vibraciones llegaban hasta lo más profundo de mí, hasta la parte más sensible y femenina de mi cuerpo que deseaba a Addison.

Respiraba tan fuerte que mis hombros se movían hacia arriba y hacia abajo contra el árbol, la corteza rozando el fino material de mi camiseta. Pero esa incomodidad encendió aún más mi placer.

Sentía los pezones tan duros que no dudaba de que si ella se retiraba y miraba hacia abajo podría verlos tensos contra el algodón. Y entonces se retiró, pero mantuvo su atención en mis ojos. Era tan grande. Era mucho más animal de lo que jamás había visto, salvaje en el sentido más literal.

Eres mía - Meddison G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora