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-Hoya, Hoya.
-¿Qué?
-Muévete, tengo que equilibrar la caja.
-Mm, no, no quiero. -Nahoya se rió disimuladamente, sin ninguna intención de dejar de apiñarte contra el mostrador. Te estaba mirando con esa sonrisa infame, los ojos arrugados en las esquinas, y si no se veía tan lindo con esa cinta azul que le echaba hacia atrás los rizos, te habrías enojado.
-Nahoya, abrimos en menos de una hora. -Se encogió de hombros. -Me toma treinta minutos hacer la caja y todavía tengo que asegurarme de que el caldo esté listo.
-Entonces, ¿Lo que estás diciendo es que tenemos tiempo? -Se empujó al ras contra ti, una pierna encajada entre las tuyas. -Jeje, estás tan sucia, cariño. No puedo creer que estés tratando de follarme en el trabajo. -Pusiste los ojos en blanco.
-Sí, claro. ¡Souta! -Llamaste al otro gemelo, intentando y sin poder evitar las manos agarrotadas de Nahoya. -Hoya, bast- ¡Hoya! -Se rió contra tu cuello mientras su mano se deslizaba por tus pantalones y pasaba por el dobladillo de tus bragas, sus dedos fríos encontraban rápidamente tu clítoris. Tu cabello se puso de punta mientras presionaba besos húmedos en tu cuello, dedos ágiles frotando círculos en tu palpitante protuberancia.
-No suena como si quisieras que me detuviera. -Susurró, y en contra de tu mejor juicio, extendiste tus muslos más anchos, el mostrador se hundió en tu espalda baja mientras él se alejaba de tu clítoris para hundir dos dedos en tu agujero húmedo. -Seguro que tampoco me apetece. -Él mordió tu cuello y tú dejaste escapar un gemido tembloroso mientras él bombeaba sus dedos dentro y fuera de ti, la palma de su mano presionando tu clítoris.
Podías escuchar a Souta jugando en la cocina, sin duda trabajando duro para preparar la comida para hoy, y trataste una última vez de alejar a Nahoya, pero luego sus dedos se curvaron hacia arriba y rozaron ese lugar que te hizo gritar su nombre. .
-Estás tan mojada. -Sus dedos se clavaron dentro de ti, la dura polla presionando tu cadera a través de sus pantalones. -Mierda. -Apretó su delantal en sus manos mientras se balanceaba contra su mano, pantalones rápidos salían de su boca mientras él follaba sus dedos dentro de usted. Cada embestida hacia adentro resultó en un chapoteo húmedo, y tu piel enrojeció ante el sonido lascivo. -¿Me dejarás entrar en ti, niña bonita? ¿Hmm?
-S-Sí... joder, por favor, Hoya. -Tarareó contra tu cuello mientras deslizaba el suyo fuera de ti, la sensación de vacío que siguió sacó un gemido de ti, un gemido que se cortó cuando metió esos mismos dedos en tu boca. El sabor de tu resbaladizo inundó tu paladar mientras chupabas sus dedos, su sonrisa siempre estaba presente mientras te miraba a través de los ojos ranurados, su otra mano trabajaba en quitarse el cinturón mientras la tuya trabajaba en desabrocharte los vaqueros.
