44||Afecto

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08 de marzo, 1658

El imperio otomano no sólo era conocido por su grandeza o riqueza sino también por su religión: el İslam. Aquellos que profesaban la religión tenían prohibidas ciertas cosas y más al tratarse del linaje Osmanlı.

El şehzade Süleyman se encontraba en sus aposentos junto al jenízaro de nombre Demir. Aquel hombre robó su corazón desde el momento en que se conocieron pero reprimió sus sentimientos por la obviedad de la situación. Por otra parte, Demir no quiso aceptar sus sentimientos debido a que se negaba a admitir que amaba a un hombre. Ambos se mantuvieron alejados hasta que Demir no soportó más y le confesó su amor al joven şehzade, iniciando de esa manera una aventura.

— ¿En qué piensas? —le preguntó el şehzade, acariciando el rostro de su amante.

—En el día en que decidimos ser uno solo.

Süleyman sonrió.

—No me importa que usted sea un hombre, yo lo amo —recordó con dulzura.

Demir rio al recordar su confesión.

— ¿Cómo podía decirte que no? Eres mi mundo entero.

El jenízaro estaba por besar al hombre cuando alguien tocó a la puerta. Ambos se separaron con rapidez.
Süleyman permitió la entrada, encontrándose con la mujer que hace poco había tomado como favorita.

— ¿Qué deseas, Afife?

—Quería saber cómo se encontraba, şehzade.

Süleyman no era cruel. Sabía que la mujer quería algo con él ya que siempre lo miraba de la misma manera que él miraba a Demir. No quería romperle el corazón. Después de todo, ella ayudaría a que nadie sospechara de sus intenciones con el jenízaro.

—Me encuentro mejor ahora que ví tu rostro —respondió, pensando en el hombre que se encontraba a unos pasos de él.

Demir pidió permiso para retirarse, cosa que le fue concedida mientras la rubia era invitada a desayunar con el şehzade.
El jenízaro sabía que eso debía ser así. No quería perderlo por lo que debía soportar todo. No importa cuánto le doliera, era mejor que perderlo.

—Raziye Hatun me dijo que esta noche volvería a sus aposentos —habló la mujer en cuanto salió el jenízaro.

— ¡Oh! Te esperaré con ansias —mintió con facilidad —. Es imposible dormir sin antes observar tu belleza.

—Me halaga, şehzade —se ruborizó sonriente —. Allah mediante tendremos un varón con mi belleza y su valentía.

—Amén —tragó en seco, deseando que la mujer fuera infértil puesto que sabía el destino de su hijo.

Süleyman sabía que un hijo era sinónimo de fortaleza para su competencia al trono, no obstante, él no deseaba gobernar. El şehzade tenía planeado fugarse junto a Demir en el momento que el Sultan muriera. Ahora sólo queda la incógnita si eso sería posible.

En Balıkesir se gozaba de un increíble paisaje donde cualquier turista quedaría impresionado por lo que Fatma Sultan disfrutaba cada día de su estadía.
La mujer miraba hacia abajo con una mirada pérdida en su andar, recordando su infancia junto a su hermano.

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