VEINTIDÓS||Rabia

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27 de enero, 1637

Las malas noticias tardan en llegar, pero tienen el mismo impacto a pesar del tiempo y los hijos de Fahriye lo descubrirían a corta edad.

El mensajero del Sultan estaba parado ante él, preparado para hablarle del terrible suceso.

—Fahriye Hatun, majestad.

— ¿Qué hizo esa mujer?

—Fue asesinada —respondió.

Cihangir suspiró.

—Allah la tenga en su santa gloria.

—Amén.

— ¿Quién la mató?

—Bandidos.

Allah, ayúdame.

—Retírate —ordenó.

El hombre hizo reverencia y después salió.

¿Ahora qué le diré a mis hijos?

Un golpe en la puerta sonó, llamando la atención del Sultan.

—Adelante —dijo poniendo su manos atrás.

—Cihangir —dijo Mihriban entrando hasta llegar frente a él —, me da gusto verte —hizo reverencia para después mirarlo — ¿Qué tienes?

—Fahriye Hatun fue asesinada.

De nueve quedan ocho.

— ¿Quién lo hizo?

—No tengo idea.

—Encontrará al culpable.

—Eso es lo de menos, mi Osman y Safiye se quedaron sin su mamá ¿Ahora quién los ayudará en este mundo? Una cosa es que la Hatun fuera separada de ellos por un tiempo, pero otra es para siempre.

—Lo haría yo, sin embargo dudo que ellos que quieran debido a la mamá que tenían —habló —. Aunque debo admitir que Rümeysa Hatun los cuidaría bien.

—Pero ella ya tiene mucho con Cihangir.

—Ya haz visto que ella es muy buena persona y creo que tus hijos estarían bien con esa Hatun. Es lo mejor y lo sabes.

Es amorosa y tal vez lo guíe por buen camino.

—Rümeysa será —avisó.

Mihriban sonrió.

—Así me gusta verte, feliz —dijo abrazándolo.

—Y a mí me gusta tenerte a mi lado —sonrió oliendo su cabello.

— ¿Te había dicho lo mucho que te amo?

— ¿Yo te había dicho que te amo ante todo?

—Sí.

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