DIECIOCHO||Tormenta

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9 de noviembre, 1636

Los meses ya habían transcurrido al igual que los embarazos y bodas de las hijas del Sultan.
Rabia Hatun Kadın había dado a luz a Nehir Sultan mientras que Mihriban se encontraba en su noveno mes.

Por un lado estaba la salud del primogénito de Safiye quien no recordaba nada antes de su caída por lo que nunca se encontró al culpable, pero Safiye sabía la verdad y se vengaría.

Por otro lado, la relación de la Haseki con su esposo era cada vez más distante al igual que el caos que él se había convertido ya que varios visires le exigían ir a la guerra para obtener más riquezas, sin embargo, no tenía idea de a qué lugar atacar, muchos le aconsejaban que traicionara a españa, no obstante, él quería invadir a los persas. No tenía nada claro en su mente y era lo que más le irritaba.

Era un día de fuerte lluvia, de esos días que odiaban ya que hacía mucho frío y más Raziye al recordar que su hijo Orhan nació un día como ese, lluvioso.

Mihriban se encontraba en sus aposentos frente a una mesa llena de comida, pero sin ánimos de llenar su estómago.

—Ninguna a tenido oportunidad —le murmuró Meleksima a Mihriban.

— ¿De qué hablas?

—De que todas las demás Hatun's han intentado entrar a la cama del Sultan y nunca lo logran. Se ve que el Sultan no la ha olvidado.

—No me hables de él, sigo enojada.

—Debe perdonarlo, Sultana.

— ¿Perdonarlo? Él me debe pedir disculpas, además no le veo la necesidad.

Meleksima levantó su ceja izquierda.

—Sólo mi corazón duele antes de dormir y ya —completó.

—Sultana...

—No, he dicho que no.

—Piénselo bien.

Mihriban se paró y la miró con detenimiento.

— ¿Qué ocurre?

—Meleksima...

— ¿Sí?

— ¡Voy a tener a mi bebé! —gritó con dolor — ¡Ah! —gritó más fuerte, tocándose el vientre.

—Acuéstese, Sultana —dijo tomándola de la mano para posteriormente guiarla hasta su cama.

—No puede nacer hoy —se lamentó, acostándose.

— ¿Por qué no puede nacer hoy?

— ¡Ah! —gritó — ¡Porque el şehzade Orhan nació un día como este y murió!

Sólo que la última vez tomé la mano de Nehir y no la tuya, pero ella ya se casó y no está aquí.

—Tranquila, nada sucederá.

— ¡No puede nacer hoy! —repitió.

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