41||Nuevos enemigos

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20 de febrero, 1658

Muchos son los sueños y anhelos de las personas, pero muy pocos son aquellos que viven lo suficiente para lograrlo.

El joven de nombre Alamşah paseaba con tranquilidad en los pasillos de Topkapı con dirección a los aposentos de Cihangir que se encontraba con Mehmed puesto que los tres se reunirían a conversar. De pronto se encontró con Cihan y Bayaceto, quienes se miraron detenidamente, para después posar su vista en el menor que los reconoció y se sintió incómodo ante aquellas miradas. Él sabía lo que pensaban, o más bien dicho, en quién.

—Buen día, şehzadesi —saludó el hijo de Mihriban.

—Buen día —saludaron los otros dos al mismo tiempo.

Alemşah estaba a punto de marcharse cuando la voz de Bayaceto lo interrumpió.

—Disculpa.

— ¿Sí?

—Sé que sonará una locura pero... ¿Puedo abrazarte?

El şehzade lo miró extrañado sin embargo comprendió la razón de la petición.

—Claro.

Bayaceto se acercó a él y lo abrazó fuertemente como si la vida del difunto Ahmed dependiera de eso. El primogénito de Beyhan intentó contener sus lágrimas pero eso no le impidió a su corazón partirse en dos.

Los dos medios hermanos se separaron y en ese momento Cihan, sin pedir permiso, también abrazó a aquel joven que le recordaba a su hermano fallecido aunque no tuvieran el mismo rostro. Posteriormente Bayaceto se unió al abrazo hasta que los tres se separaron.

—Me tengo que ir.

Cihan asintió al igual que Bayaceto.

Alemşah retomó su caminata pero de igual modo la voz del mediano lo detuvo.

—Hermanos por sangre —murmuró Bayaceto.

Uno de los más jóvenes de Mihriban los volteó a ver y ellos a él, no obstante, el hombre volvió a lo suyo.

—Y colegas por elección —finalizó Cihan al saber que nadie diría la frase de Ahmed.

Fue en ese momento que aquel lazo entre hermanos de Cihan y Bayaceto que los unía se rompió para siempre al igual que la pequeña inocencia que tenían.

Ahora Cihan y Bayaceto eran dos leones compitiendo por el trono.

Bien decían que un padre ama a todos sus hijos por igual pero... Si incluso el mismo Sultan tenía favorito ¿Qué impedía que las Hatun's no tuvieran uno?

Una melena rubia caminaba por los pasillos del palacio del Sultan con la excusa de visitar a sus hermanos aunque la única razón de su estadía era su hermana Häshämärshä a la cual despreciaba con todas sus fuerzas.

— ¡Hüseyin! —gritó Defne observando a su hermano por los pasillos.

El hombre se detuvo y rápidamente abrazó a su hermana.

—Te extrañé.

—Y yo a ti, querido —habló soltándolo — ¿Por qué tu cara de disgusto?

—Recibí un mensaje de un Bey.

— ¿Qué te dijo?

—Al parecer un hijo de Mihriban irá a firmar la paz con los griegos.

—Buen día —saludó la pálida a sus hermanos.

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