Min Yoongi es el heredero al trono de Corea.
Es un Alfa antipático, sarcástico y cortante.
Los integrantes del Clan Real de las Siete familias le tocan los cojones por ser el sucesor, y probablemente eso cause más de mil problemas en su escala com...
Observo al Omega en la cama, el cual mantiene los ojos cerrados y el corazón acelerado. Tiene los labios entreabiertos, un ligero sonrojo adornando su nariz, mejilla y orejas. Luce vulnerable, aturdido de los sucesos, y ninguna palabra sale de su boca.
Me siento de la misma manera.
Me encamino hacia el baño de la habitación y busco con mis ojos una toalla, y tras unos segundos, encuentro una en la gavetas debajo del espejo. Cierro la puerta a mi espalda y me aproximo hacia Jimin, que sigue en la misma posición, por eso, le tomo del muslo y lo volteo sobre la cama con facilidad.
Evita mis ojos apretando sus mordisqueados labios.
Paso la toalla sobre su estómago y muslos limpiando los residuos de lo que había pasado. El silencio reina las cuatro paredes, y lo único que nos aturde son nuestros pensamientos.
—¿Estás bien? —pregunto en un susurro.
No sé porqué lo hago. Simplemente fue como un instinto cuestionarme su estado.
Jimin traga saliva, y por fin posa sus ojos sobre los míos. Están rojos, casi entrecerrados como si le costara mantenerlos abiertos.
Verlo en un estado post-orgasmico me da la impresión de una imagen suya muy frágil.
—Si.
Asiento con la cabeza. Vuelvo a encaminarme hacia el baño, simplemente que esta vez me encierro en el y me despojo de mi ropa para darme una rápida ducha. No puedo devolverme a mi habitación en este estado, mucho menos con su aroma chillón.
Solo espero no arrepentirme de todo esto.
Cuando termino me pongo nuevamente mi ropa y salgo del baño. Mis ojos alcanzan a ver al Omega ya vestido sentado por encima de la cama.
No sé si esto cambiará para un bien o un mal, pero mentiría si dijera que no lo había disfrutado y que no quisiera repetirlo.
—Debería de irme. —susurro.
—Espere unos minutos. He escuchado voces fuera. —contesta con suavidad.
Mis ojos viajan hacia la puerta y me quedo observando el trozo de madera mientras suspiro. La adrenalina ha acabado, y siento como la racionalidad comienza a hacer de sus efectos en mi cabeza.
De cierta forma siento algo extraño en el pecho. Un sentimiento parecido a la culpa o al remordimiento.
Escucho las sábanas moverse contra el colchón, y de reojo miro como el Omega se acomoda en la cama, tapándose hasta el cuello. Siento su mirada en mi rostro, por lo que imito su acción. Mantiene una expresión indefinible, y yo quisiera saber qué pasa por su cabeza.
—Buenas noches, Park.
No contesta. Giro el picaporte de la puerta con cuidado y salgo de la habitación.
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