34.

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Capítulo 34.

Niall.

Después de recorrer las calles cercanas a la consulta de Greta, vuelvo al edificio sin ninguna novedad. Miro el teléfono por si recibo una llamada de su madre pero no hay nada en la pantalla.
Ya comienza anochecer y no sé qué hacer. Estoy desesperado, con una angustia terrible. Marcar su número es estúpido, ya que su madre se quedó con el.

-Maldita sea Alessandra. —Susurro y me pongo en marcha otra vez.

Avanzo mucho más de lo que ella podría haber caminado. Es como si se la hubiera tragado la tierra. Algunas gotas de lluvia empapan los vidrios mientras me detengo en un semáforo en rojo.
Mirando más allá, leo las letras del cementerio. Una luz de esperanza se abre dentro de mi. No tiene sentido que ella esté allí, pero es el lugar más relativamente cercano donde ella podría haber ido.
Aparco afuera de éste y camino hasta la entrada.

-¡Hey, ya estamos cerrando! —Me dice el guardia.

-Lo siento, estoy buscando a alguien. Creo que está aquí. —Le explico.

-Lo siento, pero no puedo dejarte entrar. Mi colega está haciendo la última ronda, él vendrá pronto.

-Señor, necesito ver un lugar en específico. El cementerio es enorme y solo estoy perdiendo tiempo esperando aquí a que él vuelva, yo se donde podría estar, deme 5 minutos. —Le ruego. —Por favor.

El hombre me observa y al final termina asintiendo.

-Está bien, pero no te demores. —Me pide.

Apenas termina de hablar comienzo a correr dentro del lugar. La falta de iluminación hace que todo se vea terrorífico. Cuando llego a la última calle donde sé que está la tumba de mi hermano, es cuando la veo.
Mi cuerpo se llena de alivio pero también de preocupación al verla acostada en modo fetal sobre la tumba.

-¡Alessandra! —La llamo, pero ella no responde. —¡Alessandra! —Vuelvo a gritar dando mis últimos pasos hacia ella.

Su cuerpo lentamente comienza a moverse.

-Niall. —Susurra.

-Dios mío Alessandra. —Sollozo despejando su rostro para verle. —Debemos irnos, está lloviendo.

Ella me observa, sus hermosos ojos están apagados, llenos de tristeza y dolor.

-No quiero ir a casa. —Me pide mientras envuelve su pecho con sus brazos.

-Mi amor, por favor.

Me duele el corazón verla así. Tan frágil, tan rota.

-No quiero ir a casa. —Me suplica y comienza a llorar.

-Está bien, vendrás conmigo. Pero debemos irnos, de todos modos el guardia está revisando el lugar, no permiten que nadie se quede aquí. —Le explico. —Déjame cargarte hasta afuera.

-Sí. —Responde entre sollozos ahogados.

Sus brazos envuelven mi cuello mientras la cargo hasta la salida. Ella me dice que pesa demasiado.

-Pesas menos que una pluma. —Le digo y sonrío un poco, pero ella no sonríe.

El guardia al vernos se acerca preocupado, pero rápidamente le digo que todo está bien. La lluvia nos ha empapado, así que apresuro mis pasos hasta el auto.

-Está bien, puedo hacerlo. —Me dice cuando intento ponerle el cinturón de seguridad.

-Esta bien. —Respondo cerrando la puerta y luego corro hasta el otro lado. Rápidamente me refugio del agua y enciendo la calefacción cuando estoy instalado en mi asiento. —Debo decirle a tu madre.

𝐄𝐒𝐂Ú𝐂𝐇𝐀𝐌𝐄 - 𝐍𝐇 𝐁𝐘 𝐍𝐀𝐓𝐇 🥀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora