Capítulo 9

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Artemisa se miró en el espejo y se sintió satisfecha de cómo estaba vestida para esa noche. Incluso su hermano se había sorprendido de como lucía, pero estaban alegre de que después de años ambos salieran juntos sin importarles nada más, pero a diferencia de su hermano Hermes no escondió si opinión.

—Pero mira nada más lo que trajo el ciervo —dijo el chico dando un silbido bajo.

—¿El dicho no es mira lo que trajo el gato? —le preguntó Artemisa con una sonrisa.

—Gato, viento, mar, lo que sea; entiendes el punto —le respondió mirándola de pies a cabeza antes de que Apolo le pegará en la cabeza.

—Ten cuidado, es mi hermana a la que estas mirando —advirtió su hermano.

—Porque es tu hermana no la miro como otros lo harán. Además no es mi tipo, sin ofender —admitió Hermes despertando la curiosidad de Artemisa.

—¿Y cuál es tu tipo? —preguntó con curiosidad.

Si lo pensaba bien, no conocía a ninguna pareja de Hermes. El chico había besado y salido con distintas chicas, pero nunca tuvo nada serio con ninguna de ellas.

Artemisa captó una mirada de Hermes a Apolo que le dijo que él no estaba cómodo hablando de su tipo de persona ideal.

—¿Sabes que puedes contar conmigo, verdad? —le preguntó y el chico asintió— Bien, eso es todo lo que necesito saber —le dijo acariciándole el brazo.

Antonella hizo acto de presencia en ese momento y los miró fijamente varios segundos antes de dirigirse a Artemisa.

—No quiero que lleguen ebrios.

—De hecho no pensábamos llegar —contestó la pelinegra— Una amiga de Apolo nos invitó a pasar el día de mañana en su casa.

—¿Y tú te mandas sola para decidir eso? —le cuestionó Antonella masajeándose la sien— Da igual, siempre hacen lo que quieren.

Y es por eso que no te lo dije pensó la chica.

—Bien, váyanse. Los veo mañana para la cena —les dijo sin espacio a discusión antes de subir a su habitación.

—¿Así que nos vamos a quedar fuera? —le preguntó Apolo y Artemisa rodó los ojos.

—Tú con Hermes, yo con las cazadoras. Tengo que hablar con ellas —le respondió la pelinegra.

—Siempre estoy feliz de adoptar a Apolo en mi casa —dijo Hermes abrazando a su hermano que se quejó.

—Ni que fuera una mascota.

—Repítemelo cuando tengas cinco copas encima —se burló Hermes.

—Bueno, vayámonos antes de que me arrepienta —y no bastó más para que ambos chicos la sacaran de su casa.

Artemisa tuvo esperanza de que esa noche quizá, solo quizá, no fuera tan mala como pensó en un inicio.

***

Cuando llegaron al bar la fiesta parecía ya haberse armado. La música estaba al tope y desde que entraron chocaron con varios cuerpos en la pista de baile.

Artemisa no podía creer que de verdad estuviera ahí por segunda. Claro, que esa vez no entró allí de manera legal.

En nuevo Agrigento tenías que tener más de dieciséis años para ingresar y ella aún no los había cumplido, pero había decidido ir por Hera. La chica había tenido sus inseguridades desde que empezó a salir con Zeus, debido a su nombre, y cuando le dijeron que la estaba engañando la rubia tomó el asunto en sus manos y siguió a su enamorado para encontrarse con una escena que nunca olvidaría. El chico estaba siendo acosado por una de las Eris, Calisto, y cuando la chica intentó besarlo Zeus la empujo sin importarle que fuera una mujer y sus hermanos lo flanquearon cuando apareció un grupo de escorpiones para protegerla aunque no fue necesario; ya que, los hermanos se dieron la vuelta ignorando todo lo demás. Desde ese momento en adelante, o al menos por un buen tiempo, Hera no dudo de la fidelidad de Zeus hasta que decidió cambiar el orden con el que llevaban viviendo.

Artemisa [Olímpicos mortales #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora