Capítulo 22

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El trayecto a su casa fue bastante silencioso.

Artemisa fue todo el camino abrazando a su hermano quien no dejaba de temblar, y no por primera vez se preguntaba que más habían sufrido en ese infierno que vivió junto a Afrodita. De solo recordar la primera vez que los vio a través de la ventana o cuando tuvo a Apolo sentía su estómago retorcerse.

Había sido su culpa que su hermano pasara por eso, y la de Athenea. Si no hubiera sido por ella Apolo hubiera estado más seguro en su casa que en cualquier otro lugar donde obviamente el peligro era constante y Afrodita era eso, quisiera o no siempre estaba rodeada de personas que significaban un peligro, Hera y Ares eran los más resaltantes.

—Ya llegamos —le informó Athenea bajando del auto sin darles una segunda mirada.

La pelinegra miró su casa con nostalgia sintiendo que nada volvería a ser lo mismo desde la noche anterior, bueno, eso era obvio, pero le amargaba saber que las cosas cambiarían.

—Vamos, Artemisa. Dilatarlo no lo hará menos malo —le dijo Apolo separándose de ella.

—¿Tú sabes qué nos quiere decir?—su hermano negó— ¿Entonces?

—Solo es una intuición.

Intuición. Su hermano nunca tenía intuiciones, él siempre sabía con seguridad lo que pasaría aunque no lo tuviera claro. Se lo dijo antes de dejarlo con Afrodita y ella lo ignoró, por lo que él pagó las consecuencias de ello.

Bajando del auto Artemisa lo ayudo preocupada del estado de su hermano. El color aún no había regresado por completo a su rostro y aunque parecía más despierto seguía viendo el miedo en su mirada.

Athenea los estaba esperando en la entrada, sin decir nada le dio a Artemisa el espacio suficiente para abrir su puerta y que los tres pudieran ingresar.

—¿Tía? ¡Estamos en casa! —avisó, pero no obtuvo respuesta— Creo que estamos solos —comentó— Vamos te llevó a tu cuarto.

—Revisaré la casa —agregó Athenea, pero Artemisa no le respondió concentrándose en su hermano.

Cuando llegaron a la habitación del chico Apolo le dio una mirada desaprobatoria.

—¿Qué?

—Ella no tiene la culpa de lo que me pasó. Ni ella, ni tú.

—Yo creo que sí —le refutó— Todas las desgracias empezaron a llegar desde que apareció en este pueblo, en nuestras vidas.

—Artemisa, estas siendo necia.

—Estoy siendo objetiva. Ella es la principal culpable de todo esto —le dijo molesta— Es la culpable de que hayas sufrido.

—No lo es...

—Sí, lo es.

—No...

—Tú hermana tiene razón Apolo, sí lo soy, o al menos indirectamente.

Athenea apareció en el marco de la puerta de su hermana al decir eso.

—Pero no toda la culpa recae en mí —agregó la castaña mirando a Artemisa— Hay personas afuera que están buscando hacernos daño. Yo...

—Detente —le pidió la pelinegra a su ex amiga antes de mirar a su hermano— Ve a darte una ducha, hablaremos cuando vuelvas.

—Pero...

—Ve Apolo, por favor.

Su hermano hizo una mueca de fastidió, pero la obedeció. Cuando Artemisa se aseguró que él estuviera en la ducho miro de vuelta a Athenea.

Artemisa [Olímpicos mortales #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora