Capítulo 11: Athenea

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Athenea vio cuando los chicos corrieron sin dudar después de escuchar a la llamada de Ares a la policía.

Poseidón fue el primero en correr, los demás dudaron unos segundos hasta que ella tuvo que correrlos.

—¡Váyanse!

—Pero...

—¡Váyanse ahora! —gritó la castaña y aunque con reticencia todos se fueron dejándolos sola con Ares—Tienes que dejar de seguirme —le dijo logrando que el otro rodara los ojos mientras al chico que Poseidón había inmovilizado.

—Ya no eres tan valiente ¿Verdad? —cuestionó Ares haciendo que el chico retrocediera.

Athenea no tenía ni idea de quien era, pero el solo hecho de estar acompañando a Calisto, que por cierto aún la tenía en el suelo, indicaba que no era un amigo de ellos y en sus planes estaba matarlos.

La castaña vio el momento exacto en el que el atacante de Artemisa cargo contra Ares por la espalda; sin embargo, y antes de que pudiera advertirle a su "hermano", este volteo y apuñalo al chico en el pecho sin siquiera parpadear.

El estómago se le revolvió a Athenea ante la imagen.

No era la primera muerte que veía y dudaba que fuera la última, pero eso no quería decir que para la moral humana con la que había crecido no le afectara ver aquello.

—¿Por qué no se hace polvo? —preguntó Athenea asustada al ver que el chico se desangraba y no desaparecía como Medusa y Aracne.

—No todos son reencarnaciones míticas demoniacas —le respondió Ares mirando al chico que ya estaba muerto con una mueca— Hay algunos muertos que tienen su segunda oportunidad en esta tierra y otros... Bueno, hay otros que solo son humanos y quieren causar daños sin importar a quién o por qué —agregó girándose al otro chico.

Athenea pudo ver como Calisto tragaba quedándose en completo silencio mientras veía a Ares acabar con su otro secuaz.

—Lastima, pudo tener una mejor vida. Te toca ella —le indicó Ares señalando a la chica debajo de ella.

—No soy una asesina —dijo pero su pensamiento fue "al menos no en esta vida"— ¿Por qué no los ayudaste? —le preguntó a Calisto queriendo entender por qué no ayudó a los humanos con ella.

¿Acaso los consideraba desechables?

—Yo no le suplico a un olímpico —le respondió la chica en un gruñido que molesto a la castaña.

¿Es que acaso no tenían amigos? ¿Era tan importante la venganza para ellos? Sí, eso no lo dudaba y ella sabía que tan lejos podían llegar para lograrlo.

Como diosa lo había hecho y estaba segura que ellos llegarían tan o más lejos.

—Te pediría perdón, pero no te lo mereces —y diciendo eso le rompió el cuello a la chica.

El ruido sordo de su cabeza cayendo contra el asfalto le dijo que estaba muerta y al igual que los demás no se desvanecía.

Humana.

Calisto había sido una humana con la suerte de ser bendecida por Artemisa antes de romper sus votos, aunque no fuera del todo su culpa.

El sonido de las sirenas llegó a ellos— No creo que me hayas hecho quedar porque querías ayuda en esto —le dijo señalando los cuerpos— ¿Qué quieres?

—Yo nada, pero Hera quiere hablar contigo.

Cierto, Hera. La jefa de Ares, la casi dueña del pueblo y la diosa que quería que olvidará su misión.

Artemisa [Olímpicos mortales #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora