Epílogo

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Ares miró el cuerpo inconsciente de Hera sobre el mueble en el que estaba.

La chica aún no se había recuperado, y eso le daba un poco de temor. Hera estaba soportando demasiado y sabía que no podía con todo por siempre; sin embargo, su maldito orgullo la hacía creer que sí.

Mamá. Quisiera o no a veces dejaba de verla como su socia y se filtraba en él su verdadera relación, lo que era demasiado jodido teniendo en cuenta que debía odiarla por todo lo que le hizo, pero sus emociones humanas siempre terminaban dándole vuelta a la torta, motivo por el cual jamás se acercaba a Zeus, con quien estaba resentido.

Sabía que era ilógico, pero al verlo y escucharlo quejarse a diario por las mismas cosas llegaba a estresarlo. Ahora que estaba sin Hera, quería hacerse el chico malo para atraer a la rubia quien, como cuando eran dioses, tenía que encargarse del desastre que hacía.

Ares sabía cuántas amantes del pasado de Zeus que habían regresado por venganza Hera había asesinado, lastimado, amenazado para que él no tuviera que hacerles frente. Claro, ahí también iba la satisfacción de la rubia en cobrar venganza con las mujeres que atrajeron a su marido, aquellas que adrede llamaron la atención del dios de los cielos para llevarlos a su cama.

Ellas merecían todo el dolor que Hera le había causado.

Ares se inclinó y recogió un cuadro de la sala que estaba destrozado. La foto mostraba a una sonriente Afrodita con Hera.

Afrodita, la mujer a la que siempre amo y volvía a pesar de todo. Incluso en esa vida Ares había caído por ella aun cuando no le dio una segunda mirada. Sin embargo, ahí estaba él, tratando de protegerla a su modo, dándolo todo en las sombras mientras que la persona por la que ella suspiraba solo la menospreciaba y hacía sufrir.

Y ahora está en peligro. Se recordó.

Un peligro del que no había podido protegerla por dos oportunidades y por el que no tenía pie de donde iniciar si Hera no se levantaba.

No podemos perder a ninguno. Nadie debe morir.

Gran trabajo que estaban haciendo manteniéndose entre ellos a salvo.

Ares aún no entendía porque estaban detrás de Afrodita. Sabía que la diosa por si sola era poderosa, pero siendo sinceros en jerarquía en primer lugar estaba Zeus, seguido de Hera y Poseidón, después estaban las princesas Athenea y Artemisa, luego Afrodita, Hefesto, Ares, Apolo, Dionisio, Deméter y Hermes. Hades no contaba como un olímpico, pero de nuevo, si buscaran a alguien importante hubieran ido por él como uno de los tres hijos de Cronos más poderosos.

No era su fuerte el encontrar esos vacíos. Athenea era la diosa, o humana en ese caso, para hacer ese trabajo, pero siendo una mortal sus habilidades de conocimiento eran un poco limitadas.

Un quejido llamó su atención y Ares dejo la foto acercándose a Hera que empezaba a despertar.

***

Iba a matarlos o iba a matarse. No había una tercera opción y a Hera en realidad le tentaba demasiado la primera.

Su cabeza dolía un infierno y sus músculos no se quedaban atrás, pero ese era un dolor que podía aguantar.

—Despacio, haz estado horas fuera de combate —dijo una voz que ella reconoció perfectamente.

—¿Horas?

—Yo llevó casi una hora acá —le respondió el chico— Pero por el desastre, si supongo que horas —agregó y por primera vez Hera abrió los ojos mirando a su alrededor.

La luz del día casi los había abandonado así que si había estado fuera de sí varias horas.

—Afrodita...

Artemisa [Olímpicos mortales #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora