Capítulo 19

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Artemisa iba a matar a cualquier persona se le cruzara en ese momento.

Después de llegar a casa de Afrodita y descubrir que no solo su hermano estaba secuestrado sino también la pelirroja hace que casi destruyera la casa más de lo que estaba para desfogar su ira.

La culpa la inundaba por lo que le había pasado a ambos y ella no podía hacer nada.

Athenea había intentado calmarla con palabras tranquilizantes cuando quiso atacar a Ares y al ver que eso no funcionó recurrió a medidas más fuertes y abofeteándola.

—¡Reacciona, maldita sea! Él está de nuestro lado. Guarda tu ira para quien se la merece, no para quién se te casi se mata defendiéndolos —le gritó

—¡Ustedes se lo merecen!

A Artemisa poco le importaba que Ares casi hubiera muerto, apenas le veía unos golpes.

—Él y tú son los malditos responsables de que mi hermano y Afrodita estén en manos que quien sabe que loco —acusó la pelinegra con odio a Athenea, pero más que eso también era porque sabía que tenía culpa suya por haber dejado a su hermano.

—Tienes razón, tenemos parte de la culpa, pero peleando no vamos a conseguir nada —le respondió la castaña sorprendiendo a Artemisa que se alejó de ella de golpe.

Necesitaba espacio.

Fue a revisar la casa por si encontraba alguna pista, algo, lo que sea que le indicara a donde diablos se habían llevado a su hermano y Afrodita; sin embargo, lo que encontró solo sirvió para hacerla sentir más miserable.

Vio a varias cazadoras inspeccionando toda la casa, excepto en una habitación, y no cualquier habitación, que estaba siendo custodiada.

—Solo entramos Vannia y yo —le dijo Alessandra con una mueca de incomodidad enfrentándola— Artemisa sé que no es el momento, pero te puedo preguntar algo.

La pelinegra asintió en respuesta. Su amiga le había ayudado mucho y algo en ella le decía que aunque la pregunta era innecesaria, pero que la chica necesitaba hacerla.

—¿Te has enamorado?

—No —ni siquiera dudó— No me enamorado jamás en mi vida.

Cuando Alessandra asintió, pasó de ella ingresando al cuarto de la pelirroja.

Lo primero de lo que se dio cuenta era que Afrodita no había cambiado nada de su cuarto a pesar de los años y lo segundo, y más doloroso, fue que la chica aun pensaba en ellos como su familia.

Cada foto dentro de la habitación se lo decía, en especial la que se encontraba cerca del velador.

Artemisa recordaba esa foto, fue una que se tomaron todos juntos en su último verano juntos, cuando eran felices siendo una familia.

Maldición.

Dolía estar en cuarto lleno de recuerdos de una parte de su vida que había reprimido en el fondo de su mente.

¿Cómo diablos Afrodita había soportado estar rodeada de todos ellos? Era un misterio para ella, sobre todo como aun había estado con ellos cuando Artemisa la había tratado peor que a una enemiga.

—¿Lamentándote? —escuchó que le preguntaron desde la puerta y la pelinegra tuvo que tomar aire para no matar a la persona que estaba con ella.

—¿Quién te invitó? —preguntó a la recién llegada sin girarse a verla.

—Yo no necesito invitación, hago lo que quiero.

No tengo dudas de eso pensó Artemisa.

Artemisa [Olímpicos mortales #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora