La Historia De La Luna

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Suena la puerta de mi apartamento e inmediatamente me dirijo a ella, abrí y encontré a esa persona que hace que mi mundo pare por unos segundos… esto es un desastre. 

— Hola. — Ella es la primera en hablar, sus nervios se notan y mueve su pie derecho insistentemente, la analizo y trae una maleta, supongo que hay guarda el telescopio. 

— Hola, pasa. — Devuelvo el saludo pero mi tono de voz sale bastante frívolo que hace que me impresione al igual que ella. Me hago a un lado para que pueda pasar y así lo hace. 

— ¿Cómo estás?. — Su pregunta me incomoda, tal vez no se dio cuenta de que estoy de maravilla.  — Los siento que idiota soy. — Se contradice y el ambiente se vuelve más incómodo. Cuando estoy apunto de decir algo, ella se abalanza a mí y me abraza como si el mundo se acabará, le respondo de la misma manera pero en este caso era mi mundo el que temía que se acabara. — ¿Te parece si tomamos unas mantas, almohadas, comida y vamos al techo?. — Pregunta aún en mis brazos. 

— Si. — Respondí incorporándome, mi mente daba muchas vueltas. 

Tomamos lo necesario y subimos las escaleras para poder llegar a nuestro destino, abrí la puerta de aquel almacén tan especial por sus tres paredes y la volví a cerrar. Pusimos las mantas y almohadas tratando que sea lo más cómodo posible, volteo a ver a Poché y observó cómo empieza a sacar el telescopio con tanta delicadeza que tal vez piense que se rompa. 

— Cuando estaba triste mi consuelo era ver esas estrellas y reflexionar que no era la única que las veía y pedía deseos o sufría, que tal vez otras personas las están viendo y les recuerde a alguien que no volverá, que piensen en esa persona especial… una vez leí un libro que decía algo de que las estrellas son afortunadas, porque cada día escuchan diferentes sueños, historias tristes, deseos, historias felices, de amor. — Armaba nuevamente el telescopio pero con más rapidez mientras hablaba conmigo. Las lágrimas se acumularon otra vez en mis ojos. — Listo. — Exclamó con una sonrisa, talle rápidamente mis ojos para que no lo notará y me acerque a ella, nos sentamos y el telescopio estaba enfrente de nosotras. — Ven, acércate. — Hice lo que ella dijo y mire por el lente… se veía espectacular… era la luna. 

— Se ve más hermosa de lo que imagine. — Confesé y volteé a verla. Decidí animar el momento. — ¿Me contarás la historia como en las películas?. — Pregunté alzando una ceja y ella rio un poco fuerte. 

— Hay muchas historias sobre ella, pero te contaré la que más me gusta. — Explicó con una enorme sonrisa en su rostro, se nota que le emocionaba mucho hablar sobre esto. — Se dice que hace mucho, después que se creará la tierra y el sol era un infierno estar en la tierra porque el sol hacía que el calor se sintiera por todo el día… había una chica muy linda que era hermana de un hombre valiente y fuerte, que no se rendía por nada, como no tenían dinero su padre decidió venderla al príncipe del reino, su hermano peleó por qué no se la llevarán pero en el intento murió. Todos sus días la pasó en un calabozo, solo salía de este cuando el príncipe quería… ella se sentía sola, necesitaba a alguien que la escuchara, que fuera su confidente, pero también que no dijera nada, alguien de suma confianza. Hasta que un día la tierra decidió que no quería seguir ardiendo y colocó a la luna y con ella el alma de aquella chica la cual sufría cada día. Cuando la chica despertó se fijó que nadaba en el espacio. Ayudó a que la tierra no se quemara ya que en el día el sol saldría y daría calor, pero cuando ella tapaba al sol todo se oscurecía y hacía que en ese tiempo la tierra se enfriara, ella absorbía el brillo del sol por las noches. Nunca más estuvo sola, ya que como lo deseo algún día, ahora ella es el fiel confidente de las personas en la tierra, muchos de ellos salían a su ventana y le contaban sus historias, deseos o secretos. — Terminó de decir. Observe otra vez por el telescopio. La historia debo admitir que fue bonita. 

— ¿Acosa la acabas de inventar?, por qué posees una gran imaginación. — Era muy hermosa para ser cierta. Nos quedamos viendo por un rato. 

— No del todo. Se supone que debía decir algo como en las películas ¿no? , además ¿que querías que te dijera?, que tal vez solo es una gran piedra nadando en el espacio gracias a la gravedad. — Se encogió de hombros y le pegué en su mano juguetonamente. Me abrazó y mientras lo hacía decidí observar nuevamente la luna. — ¿Cuál es tu constelación favorita?. — Preguntó de la nada y me miró.

— No tengo y tu. — Susurre ya que por nuestra cercanía ya no era necesario hablar fuerte. 

Orion. — Señaló unas estrellas esparcidas. Tomó el telescopio y lo acomodo, ahora en dirección a esas estrellas. Mire por el lente y pude observar una estrella en específico, era como una piedra pequeña con demasiado brillo. — Esa es Reigel. — Aumentó la vista y era espectacular, más de lo que un humano puede imaginar. — Algún día te contaré su historia, pero no hoy. Quiero pasar algunos días siguiendo enseñándote todo sobre la constelación. — Me miró y sentí como mi corazón vibraba de felicidad, desde hace mucho tiempo que no lo hacía.  

— Estoy de acuerdo. — Articule sin dejar de mirar esas órbitas tan hipnotizantes. 

— ¿Qué pasó ?. — Sabía a lo que se refería. 

— Todo. — Confesé con un suspiro divertido. 

— Puedes confiar en mí. — Tomó mi mano y la acercó a su pecho. 

— Lo sé, solo que no sé por dónde empezar... duele. — Me abrazo con mucho cariño, su calor se sentía tan embriagante. Le conté absolutamente todo y me escuchó sin interrumpirme, su apoyo se podía reflejar a través del como me protegía con su cuerpo.

 — ¿Cómo te sientes ahora?. — Preguntó. Si supiera que en estos momentos me siento bien con ella, pero a la vez estoy asustada y dolida. 

— Es una mezcla tan rara de emociones que no tiene una definición. — Confesé cansada del tema. Nos quedamos en silencio, al parecer entendió que no quería tocar mucho el tema. 

— Mañana empiezan los exámenes. — Dijo mientras seguía mirando el cielo, joder como se me olvidó, ya habíamos estudiado pero ni siquiera tenía cabeza para hacer el estúpido examen y estaba segura que la mayoría de lo que estudie ya se me había olvidado. 

— Estoy perdida, es álgebra. — Como lo dije una vez… odio las matemáticas. 

— Tranquila lo harás bien, además nos toca en el mismo salón. — Una pequeña sonrisa adornó sus labios. 

— Me conformo con un seis. — Articule y ella me vio desaprobatoriamente. 

— Si lo vas a hacer ve con todo no con nada. Calle sé que pasas por un momento difícil pero se que tu eres de esas personas que ve un juego o una batalla y lo quiere ganar al igual que yo... seré tu apoyo para que lo logres. — Joder hacia que mi corazón latiera como loco desesperado por esas simples palabras. 

— Gracias por estar conmigo. — Bese su mejilla y se sonrojo. Reí ante tal acto tan tierno de su parte, me abrazó para que no pudiera observar más ese color carmesí. Estuvimos toda la noche hablando de diferentes cosas… me sentía como en el espacio a su lado y eso que no tengo ni una jodida idea del como es y se vive, pero se sentía especial, era como si estuviéramos haciendo un viaje a las estrellas. Era ella. 



~dinvar.
Era ella. Y lo sigue siendo, hasta que la última estrella caiga y se lleve con ella mis deseos.

Lejos De Nuestra ConstelaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora