Rigel

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El camino a mi departamento fue divertido a pesar del miedo que estaba teniendo al volver a ver a mis padres. Los típicos papas correctos y formales, demasiado aburridos para mi gusto, aunque estén divorciados se siguen llevando bien, lo cual es algo abrumante y algunas veces confuso. 

Suspire antes de abrir la puerta de mi departamento. Al entrar me doy cuenta que hay demasiada luz lo cual no es de mi agrado. Como lo había predecido mi madre estaba en el sillón sentada y mi padre viéndome entrar al apartamento. Esto iba a ser desastroso.

— Tal vez deberías estar en la Universidad, no crees. — Fue el sarcástico comentario de mi querido padre. 

Su mirada era tan penetrante que sentía un poco de miedo, él ya se había dado cuenta del golpe que llevaba en mi rostro. Y como si fuera en cámara lenta ví a mi madre voltearse, hasta que su rostro serio pasa a preocupación y enojo.

Estaba jodida. 

— Daniela Calle Soto, se puede saber en dónde estabas y por que no llegaste a dormir, te buscamos en el colegio y venimos aquí y resulta que te fuiste de fiesta y hoy es viernes. — La vena en su cuello resaltaba, dándome a entender que estaba más que molesta. 

— ¿Hay que vivir la vida?. — Pregunte tímidamente, sin duda el alcohol aún corría por mis venas.

Mi forma de alivianar las cosas resultó peor, ahora los dos estaban más que molestos.

— No estamos para bromas. — Comentó en tono serio. 

Y esta vez fue el turno de mi papa de hablar. Hasta que una pequeña personita apareció con dos tazas de café en sus manos.

— No encontré ningún tipo de té así que les traje café, espero les guste, Calle siempre lo toma en las mañanas. — Dijo aun sin levantar la vista y poder verme. 

Inmediatamente el rostro de mamá se relajo y de ella surgió una cálida sonrisa, yo en cambio me quedé embobada por todo de ella, parecía un pequeño y lindo Ángel en un mundo tan incorrecto para su espíritu. 

— No te preocupes querida, este café es de mis preferidos. — Se levantó del sofá y le recibió su taza de café.

Poche se veía tan tímida, desbordaba ternura, aunque tenía ojeras alrededor de sus bellos ojos y entonces sentí la culpa.

 — Gracias señorita. — Dijo German. 

Rodé los ojos debido a sus palabras tan formales.

— Te he dicho miles de veces que no hagas esos gestos, no son dignos de una señorita... — Me reclamó en tono autoritario pero deje de escuchar cuando sentí una mirada en mi. 

Sin importarme lo que estuviera diciendo mi padre dirigí mi mirada en busca de aquellas órbitas que me roban suspiros y solo me dan desvelo. Su rostro reflejaba lo preocupada que estaba por mi, sus ojos se pusieron rojos y lo único que quería era poder correr a sus brazos y decirle que no estaba tan mal, que la extrañe y que me disculpara por no llamarla. Por decirle cuánto la amo y por poder besarla hasta que falleciera en sus brazos. Ella es el único ser humano en este universo que puede repararme aun solo con su presencia.  

— ¡Daniela te estoy hablando!. — Gritó mi padre haciéndome sobresaltar, lo mire y casi se me va el alma del cuerpo, lucía realmente enojado. 

— Lo siento, solo que estoy cansada y me gustaría tomar un baño. — Argumente aun viendo de reojo a mi amada. 

— Y yo estoy cansado de que nunca me escuches. — Exclamó irritado. 

— Papa solo… — Trate de explicar pero él me interrumpió.

Lejos De Nuestra ConstelaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora