Cicatrices Perfectas

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Dormimos en la azotea, ella abrazada a mi como la mayoría de veces. Despertamos, hicimos nuestro aseo y después nos dirigimos al campus, el tiempo a su lado era divertido. Llegamos al campus y entrando al salón nos recibieron con nuestro esperado examen, lo examine y de plano ya sabía que lo reprobaria, tomé asiento en la cuarta fila y justo al lado mío se sentó Poché, me sonrió y le devolví la sonrisa solo que la mía era más una mueca. Saqué mi lapicero y me dispuse a intentarlo, hacía cuentas que me arrojaban diferentes resultados, ya estaba harta. 

Un papelito cayó en mi mesa y frunci el ceño, lo desdoble y venían la mitad de respuestas del examen, volte al lado y me di cuenta que el papelito era de Poché, agradecía el gesto, pero no era justo que ella se mato estudiando y me pasara todo. Agarré el papelito y escribí. 

Gracias, pero no lo necesito

Lo avente hacia su dirección y ella me vio confundida, lo desdobló y se puso seria, inmediatamente escribió algo y lo volvió a arrojar a mi lugar sin que la maestra se diera cuenta, cabe destacar que yo no le caía del todo bien. Lo abrí. 

Reprobaras

Ella tenía razón, copie dos por lo menos así no se vería que no estudie mucho y no sacaría un cero. Recibí otro papelito, la voltee a ver con una ceja alzada, ella me miraba completamente seria, hizo un gesto dando a entender que lo leyera. 

Copealo todo, si no lo haces reprobaras, vamos bonita. 

Me sonroje violentamente, la voltee a ver y ella quería reír. Decidí responder. 

Entonces reprobar con dignidad. 

Se lo avente e inmediatamente su cara cambió, pero esta vez a preocupada. Me empecé a marear un poco, veía como las letras y números del examen se iban viendo más borrosas y se movían. 

— Señorita Daniela, está poniendo atención, ¿se encuentra bien?. — Fue la voz de la maestra que me regresó a la realidad, pero aún sentía como todo daba vueltas. 

— Si, terminé. — Le extendí mi examen y la profesora lo analizo. 

— Solo respondió la mitad y dos están a medias. — Expuso frente a la clase. Sentía que el oxígeno no llegaba bien a mis pulmones y no por que me haya dejado en vergüenza, era algo más. Estaba asustada y quería salir. 

— Si, no estudie, adiós. — Recogí rápidamente mi mochila y me dirigí a la puerta sin importarme nada. Llegué a las canchas de fútbol americano y justamente Benjamín y Sebastián estaban entrenando. Traté que el aire entrara de forma correcta a mis pulmones, me sentía abrumada y fuera de lugar. 

— ¿Estás bien?, estás pálida. — Preguntó Benjamín de forma preocupada, se acercó más a mí y me sostuvo en sus brazos. Debo admitir que Benjamín es un chico sumamente atractivo, tiene un cuerpo bien formado, su pelo castaño claro y ordenado lo hace ver demasiado guapo, está en el equipo de Fútbol Americano y es el capitán, ojos color miel y mandíbula marcada, todas las chicas lo desean menos yo, lo veo más como un amigo. Dejó de pensar y contestó. 

— Tranquilo, solo me siento un poco mareada. 

— Vamos a la enfermería. — Afirma y yo solamente asentí, no me quedaba de otra. A pasos rápidos nos dirigimos a la enfermería, tocamos la puerta y la enfermera nos atendió, le expliqué mis síntomas. 

— ¿Qué es lo que tiene?. — Rápidamente preguntó mi acompañante en busca de respuestas después que la enfermera tomará mi presión. 

— Fue una baja de azúcares muy alta, Daniela debo preguntarte si ¿te has alimentado de forma correcta?. — Me quedé callada ante lo que pregunto, la verdad era que no había comido nada, solamente unas palomitas de maíz con Poché. 

Lejos De Nuestra ConstelaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora