Día De Locos

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Mis nervios estaban al límite, sentía que en cualquier momento me desmayaría o vomitaría.

Afloje la corbata que reposaba en mi cuello, sentía como me asfixiaba.

— Espero no te la sigas haciendo así, nos costó mucho ponerla. — Reclamo Dylan apuntando mi corbata.

— Tu papá me va a matar. — Exclamó paranoico mi ex novio.

Esteban nos quiso acompañar a la reunión, para aclarar las cosas. A comparación de mí, él se había vomitado de camino a la reunión.

Rigel no estaba tan contenta con que Dylan fuera conmigo y mucho menos estuvo de acuerdo cuando Esteban se ofreció a ir. Pero al final de cuentas la logré converger con una sesión de besos.

— Por favor no vomites mi hermoso asiento.

Dylan parecía más nervioso por su auto, que por lo pálido que se encontraba Esteban.

— ¿Es enserio?, puedo morir. — Dramatizo Esteban.

— Tú no eres el amor de mi vida.

Sin poder evitarlo me eché a reír. Eran muy graciosos discutiendo.

— Amas mucho a tu auto ¿no? — Pregunte con diversión.

— No le digas auto... se llama Frida. — Farfullo indignado.

Sin poder evitarlo Esteban y yo reímos a carcajadas, mientras Dylan nos veía molesto por burlarnos del nombre de "Frida".

— Conozco un buen psicólogo. — Murmure.

— No estoy loco. — Se defendió indignado.

— Pará ti no, para Frida. — Completo mi ex novio

Comenzamos a reír, pero ahora los tres. Sin duda los nervios se habían diluido un poco.

El camino a la reunión fue entre risas y burlas con respecto a Frida. Esteban se veía más cambiado y ahora su humor era muy puro, le salía natural como hace años.

Me siento orgullosa de él.

Nos detuvimos delante de un edificio demasiado alto, los tres nos lo quedamos viendo mientras un joven se acercaba pidiendo las llaves de Frida.

— Quiero un buen funeral. — Murmuró Esteban.

— Por favor no te vomites. — Le susurre.

— ¿Con traje o casual? — preguntó Dylan acomodando su saco.

— Cómo si fuera a mi boda.

— Fue un gusto conocerlos. — Susurre.

— Igual. — Murmuraron ambos.

A pasos temblorosos los tres nos adentramos en el gran edificio.

Nos metimos en el ascensor junto con otras cuatro personas. Era sumamente incómodo el silencio que había.

Un olor horrible invadió mis fosas nasales haciendo que tape mi nariz.

— Huele a mierda. — Murmuró Dylan.

Los dos tapamos nuestra nariz, las personas que estaban adelante hicieron una mueca de desagrado y nos vieron mal.

— Perdón son los nervios. — Se disculpó un avergonzado Esteban.

— Eres un cerdo. — Murmure.

Al abrirse las puertas, casi todos salieron huyendo de aquel horrible olor.

— Recuerda traer perfume para la otra. — Dije con una mueca de asco.

— Anotado.

Me relaje un poco y tomé el valor para empezar a caminar en dirección a donde mi padre se encontraba. Él platicaba con algunos ejecutivos en el centro del salón.

Lejos De Nuestra ConstelaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora