Destruir

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9:35 a.m.

Caminaba por los pasillos del campus directo a las canchas de Basquetbol, como siempre Nico estaba tirando la pelota al aro sin darse cuenta de su alrededor, con cautela me acerque a su sudoroso cuerpo.

— Es muy temprano para jugar ¿no crees?.

— Nunca hay horario para lo que amas. — Respondió sin dejar de tirar el balón al aro.

— Y porque no estás con Lucía entonces .

— Tiene clases. — Dijo con voz dura.

— ¿Me contaras?.

— Ella tiene miedo. — Volteo a verme y sus ojos se veían exageradamente rojos, sin duda alguna había llorado. — Ella no quiere fallarles sabes... piensa que si algún día lo nuestro ya no funciona, toda nuestra amistad se rompería y que no solo saldríamos afectados ella y yo, si no también ustedes porque son nuestros amigos. Así que decidió que ya no siguiéramos con lo que se puede decir no tuvimos... ¿Tiene sentido?.

— Tiene mucho sentido. — Me senté en la fría madera. — Escucha, somos sus amigos y sobre todas las cosas los queremos ver felices, ya pasó una vez con Esteban y conmigo. — Un nudo en mi garganta se formó, no era fácil olvidar a la persona a la que algún día ame. — El decidió alejarse de nosotros e irse, pero no quiere decir que sea la misma historia que ustedes vivan, si de verdad la quieres, quítale ese estúpido miedo a besos y que te valga el mundo, demuéstrale que tu escribes tu propio destino.

— ¿Desde cuándo te volviste tan sabia?. — Bromeo.

Desde que unos hipnotizantes ojos color verde marrón idiotizan a mi cerebro. Desde que me enamoré de una mujer fuerte pero insegura. Desde que no dejo de pensar en aquella chica que roba cada uno de mis suspiros. Desde que se que el corazón se empieza a arreglar con besos de amor. Desde que me tuvieron que hacer polvo para poder levantarme y comenzar a desafiar el mundo. Desde que me arriesgue a amarla. Desde que supe que sus miedos ocasionarían tal vez el más grande desastre en mi historia, pero sin importarme nada me metí en nuestro propio huracán. Desde que espero poder pedir más deseos a las estrellas a su lado.

— Supongo que es parte de madurar. — Respondí su pregunta.

Quería decirle que me enamore de alguien sumamente espectacular, que me hace sentir mejor persona, que me acompleja y me quiere, pero no podía y no era porque sintiera vergüenza por decir que amo a una chica si no que; Poche no estaba lista y no la presionaría. Estoy feliz con lo que sea que estemos siendo en estos momentos.

— Algún día me dirás la verdad.

Me conocía tan jodidamente bien que no le podía mentir. Pero no podía, por respeto a Poche y lo que estamos intentando ser.

— ¿Qué estás esperando para ir con tu chica?, acaso quieres una invitación. — Sonrío en mi dirección y aventó el balón a cualquier lado, me dio un beso en la mejilla y susurró un gracias y se fue.

Me quedé unos minutos en la fría madera, pensando en nada y todo, pensando en ella, pensando en mi familia, pensando en mis amigos. Observando el mundo sin hacerlo. Planteando ideas y posibles futuros, era sorprendente imaginar todos los escenarios junto a Poche. Esa mujer me tiene a sus pies en tan poco tiempo. Como no quererla si es tan tierna y tan simple pero magnífica a la vez. Esa no sería una batalla fácil, era un jodido mundo homofóbico contra nosotras, entendía su miedo de ser rechazada por las personas, pero solo es una sociedad que no sabe respetar gustos, que agrede sin motivo, que ni siquiera se detiene a pensar en los grandes amores que puede llegar a destruir. Por miedo a no querer ser juzgados se estancan en un horrible lugar donde ya ni siquiera sabes lo que quieres. Porque el mundo no podía aceptar que el amor va más allá de las barreras de hace años, que fue un pasado tan jodidamente doloroso para muchas personas con diferentes gustos. Porque el querer ella amarme le proporcionaba miedo en lugar de felicidad como cualquier pareja. Pero por sobre todas las cosas por que querer un futuro a su lado nos daba miedo si es nuestro mayor sueño.

Lejos De Nuestra ConstelaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora