Tinta Negra y Alma Frágil

122 14 8
                                    

- Porque siento que evitas mirar el cielo.

- Ya no tiene la magia que antes tenía. - deje el humo escapar de mi boca.

Él me vio con una ceja enarcada.

- ¿Es por ella?. - pregunto curioso.

- Es por ella. - afirmé.

- Lo siento... - dijo apenado.

- No lo hagas... es un buen recuerdo.

- Perdón, pero deberías buscarla si de verdad la amas. - dijo algo afligido.

- Para qué, ¿para que me vuelva a destrozar?, tal vez ahora mis órbitas favoritas las este observando alguien que no lleva mi corazón. - confesé con el alma doliendo de solo pensar que ya tiene a alguien más.

No quedamos en silencio. El observaba el cielo ya oscuro, mientras que yo solo observaba las calles iluminadas de la ciudad.

- ¿Cómo está Mariana?. - pregunto en voz baja.

- No hay mejoras. - murmure cansadamente.

- Todo saldrá bien. - animo dándome una leve palmada en la espalda.

- No me des falsas esperanzas, tú no, por favor. - suplique.

- No te puedo decir que morirá, seria muy cruel.

- La verdad duele querido amigo.

Román solo se dedicaba a mirarme, pero yo no quería ver la decepción en los ojos de él. No otra vez. Cuando pensé que me reclamaría por mis recientes palabras, el hizo lo que nunca pensé que haría.

Solo tomo mi mano entre las suyas.

Una leve corriente se deslizó por mi cuerpo y me atreví a mirarlo. El color gris se veía más oscuro y dilatado, pero no era por deseo. Era por lo que compartimos y nos estábamos jodiendo.

Una sonrisa se deslizó en sus labios y me sonrió un poco. Mis mejillas se tiñeron de rojo.

- Ve a ese cuarto y hazla un poco feliz. - soltó mi mano.

Yo aun hipnotizada, solo asentí. Estaba a punto de irme, cuando me volvió a hablar.

- Y hazte un favor, escribe esa carta de una vez. - apagó su cigarro y se retiró del lugar.

Aun descolocada por sus últimas palabras me dirigí a las escaleras de emergencia, ya que él había tomado el elevador. Como siempre tan caballeroso.

.............................

Observaba a Mariana dormir desde hace un buen rato. No podía conciliar el sueño, me era imposible.

Acerqué mi silla al gran ventanal frente a mi. Se veía toda la ciudad y si miraba arriba, estaba segura que vería el cielo pintado de negreo con algunas luces sobresaliendo en el.

Suspire largamente y con miedo dirigí mi mirada hacia arriba.

Esa estrella, esa constelación.

¿Cómo pasé tanto tiempo sin admirarlas?.

Las ganas de llorar inundaron todo mi interior. No pude no pensarla y mucho menos no puedo no imaginarla tenerla cerca cada vez que observo aquel punto en el cielo.

Tal vez ella esté mirando la misma estrella, del otro lado del mundo.

Con las manos temblando al igual que mi frágil corazón, tome una pluma de tinta negra y una libreta que tenía a la mano. Estaba dando el segundo paso.

Lejos De Nuestra ConstelaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora