Capítulo 1

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SeongHwa despertó lentamente con dolor de cabeza y cuando vio que no estaba en su casa, en su cama, entre los brazos de su mamá y que estaba amarrado de pies y manos se volvió a alterar y a darse cuenta que todo lo que había sucedido antes no había sido solo una terrible pesadilla, todo era real.

–¿Dónde estoy? ¿¡Dónde estoy!? ¡AUXILIO! –

Gritó el niño nuevamente, aunque su garganta ya doliera demasiado que hasta incluso era capaz de sentir el sabor metálico de la sangre, pero no sabía si en verdad estaba sangrando o solo era la sensación. Su alrededor estaba oscuro y unos golpes provenientes de algún lugar cerca de él lo asustaron.

–¡Silencio mocoso! –

Esa voz... esa voz por más que sonó amortiguada la reconoció de inmediato, era de aquel tipo al que había golpeado con su caja de leche. SeongHwa se mordió el labio sintiendo como sus lágrimas volvían a caer por aquella situación y comenzó a llorar nuevamente. ¡Él quería regresar con su madre y padre!

El llanto lo agotó emocionalmente y terminó por callarse luego de un tiempo, a lo que el tipo agradeció aquel hecho, pues aún oía su voz amortiguada. SeongHwa quedó prácticamente en estado catatónico mientras pensaba en su madre y su padre y sentía el lugar en donde estaba mecerse suavemente. ¿Qué clase de broma era esa? Estaba siendo prácticamente secuestrado y a cualquiera le podría resultar irrisorio el hecho de que ese mecimiento lo hiciera recordar a su madre nuevamente. No sabía cuánto había pasado desde que había perdido la consciencia, pero ya extrañaba de sobremanera a su madre.

El objeto que lo mantenía meciéndose de repente se detuvo y SeongHwa aún no salía de su catatonia por lo que no escuchó también el resto de gritos, quejidos y llantos que se iban acercando a él. Solo cuando al parecer una puerta se abrió exaltándolo por el ruido elevó su mirada y observó como la luz nocturna lo cegaba y junto a él comenzaban a arrastrar para subir allí con él a varios niños de su edad, otros más pequeños como más grandes.

–¡No quiero! ¡¡NO QUIERO!! ¡HYEONG, AYUDA HYEONG! –

Un niño también bastante enérgico y con la voz mucho más aguda que la de SeongHwa luchaba por no entrar en lo que ahora el pelinegro creía que era una camioneta.

–¡SILENCIO MOCOSO O TE GOLPEARÉ! –

Fue nuevamente la voz de aquel tipo que aún a pesar de estar ahora seco, SeongHwa reconoció como al que él había golpeado. No es como si pudiera verles las caras, porque estaban utilizando anteojos negros y barbijos del mismo color, pero su cabeza ya se había grabado su voz a fuego.

El otro hombre que suponía era su compañero y quien le había tapado la boca anteriormente tomó el control de la situación y le ordenó al otro que les acercara a los demás niños mientras él tomaba al niño que antes había estado gritando y lo forzaba a entrar al lugar, empujándolo provocando que el niño chocara con SeongHwa.

El niño se dio cuenta que no era el primero en entrar allí y miró al otro chico que parecía quizás un año o dos más grande que él y sin saber, sin conocerlo se apoyó en el hombro de SeongHwa y comenzó a llorar, después de todo también estaba atado de manos.

–Hyeong... hyeong~ Tengo miedo, ¡Tengo miedo! ¿¡A dónde nos llevan!? ¿¡Moriremos!? ¡No quiero! ¡No quiero morir! ¡Mi-mi hyeong me va a extrañar! ¡Quiero ir con mi hyeong~! –

El niño rompió en llanto nuevamente mientras se apoyaba más en SeongHwa quien también estaba llorando, pero ahora en silencio, porque en verdad ya estaba agotado de todo lo que ya había llorado.

–Ta-también extraño a mi mamá...–

Fue lo único que dijo con su voz apagada, quebrada, algo ronca captando la atención del niño quien no paraba de hipar sobre su hombro.

Flores NegrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora