Día 7- Ahora más | Kiribaku

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Pov Omnisciente

Algunas veces tenía miedo, no lo negaría.

O, bueno, siempre y cuando fuese en privado, pues en público, siempre lo negaría.

Sin embrago, como todo, tenía su tiempo.

Ese tiempo de aceptación, el cual tenía lugar en la madrugada. En esas madrugadas en las que, en los brazos de cierto pelirrojo, él se sentía más que seguro.

"Estarás bien" le decía cada que tenía miedo aquel hombre de cabello teñido.

Al inicio todo había sido como un grano en el culo.

Él no quería tener guardaespaldas, él no quería que alguien más le cuidara.

Él era fuerte, independiente, brillante y autosuficiente.

Y, si, por dios, por supuesto que lo era. Y quizás nadie sabía aquello mejor que sus propios padres.

Quienes, quizás cómicamente, le habían asignado media docena de guardaespaldas por su propia seguridad.

Y ellos lo hacían con cariño. Se preocupaban por él.

Aun así, a su rubio hijo aquello se le hacía un poco exagerado, por lo que, después de un pequeño trato, habían quedado en que solo sería un guardaespaldas.

Así sus padres no le hostigaban, y, a la vez, estaba seguro.

Solo sería uno.

Porque, vaya que comprendía a sus padres.

Él era modelo, era alguien famoso, y varias personas habían atentado, en cierto sentido, contra su vida.

Y él también se preocupaba por sí mismo, que sí, que no era la persona con la mejor autoestima del mundo, pero, pese a eso, se preocupaba por su propia salud.

Así que termino aceptando a ese uno.

Cuando lo vio por primera vez, quedo boquiabierto.

El maldito guardaespaldas media casi el metro con ochenta.

Era casi 5 centímetros más alto que él.

Ahora, ¿alguien acaso podía explicarle como alguien que solo era 3 años mayor que él, tenía tantos músculos?

Por dios, incluso aquel hombre era tan intimidante, en cierto sentido, que el rubio se había parado derecho y se había puesto nervioso.

Sin embargo, no sabía por qué.

Y es que fue una de esas veces, como en las que alguien toma tu celular y, pese a saber que en ese momento no tienes nada malo, te da ese mini infartó de ser descubierto.

Algo parecido a eso sintió el joven rubio de 26 años.

Mas, con el paso del tiempo, conoció a aquel pelirrojo, que pronto se volvió su amigo y, quizás, su algo más.

Cielos, para él fue una total sorpresa al descubrir la personalidad del pelirrojo y, es que, a comparación de su apariencia, él era muy dulce.

Intimidante y dulce.

Seguramente lo que muchas chicas buscarían.

Sin embargo, el corazón del mayor estaba ocupado por cierto rubio con un carácter un tanto... difícil.

A ver, no negaría que, al inicio, como seguramente todos, tuvieron sus problemas, sus diferencias y dilemas; pero, al pasar el tiempo, se fueron llevando mejor y, a la vez, se fueron conociendo.

Crearon esos lazos que se crean con algunas personas, pero, por alguna razón, sus lazos eran mucho más fuertes y... especiales.

Podían sentirlo.

Lo sabían.

Y gracias a eso, una noche en la que el pelirrojo había recibido una bala en el hombro para proteger al rubio, este había hablado lo que habían callado por unos meses.

"Imbécil, no debiste hacer eso" había dicho el rubio entre lágrimas, en aquella habitación de hospital blanca y de olor a cloro, mientras le abrazaba al pelirrojo por sobre los hombros.

Al mismo tiempo que dejaba caer un par de lágrimas por la espalda del mayor.

"Es mi trabajo. Protegerlo, ¿recuerda?" le había cuestionado el mayor.

Y, si, estaba en lo cierto.

Aquel era su trabajo, ¿no? Dar la vida por el más joven.

¡Y él lo sabía! ¡Ambos lo sabían! Pero... el menor ya no quería eso.

Esa noche había pasado tremendo susto. Esa noche había llorado tanto porque al mayor no le pasara nada.

Esa noche, quizás el y una que otras personas más, se dieron cuenta, conscientemente, de que sus lazos con el mayor eran... especiales.

Esa noche... esa ves... en ese lugar, aun con lágrimas en los ojos, aun con el corazón dolido y asustadizo, pero con la mente segura; el menor se separó del abrazo en el que tenía al mayor, esto para después darle un beso a este mismo.

Uno que fue un poco largo.

"No te quiero perder, no ahora" recuerda que le dijo solo unos segundos después del beso.

Le había mirado a los ojos, pero sus brazos aun cruzaban los hombros del mayor.

Y este, solo pudo tomarle delicadamente de la cadera, como si le pidiese permiso, esto para, acto seguido, unir su frente con la del menor, y jurarle que, de ahí en adelante, le protegería mucho más.

Si, quizás era todo lo contrario a lo que el joven rubio deseaba.

Pero esa lo que el corazón del pelirrojo deseaba.

Y uno debe de seguir a su corazón, ¿no? Uno debe de seguir lo que más desea.

Kiribaku Month 2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora