Día 20- Tormenta | Bakushima

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Pov Omnisciente

Era una noche un tanto fría, pero para nada tranquila.

Desde hace unas horas que había comenzado a llover y, por desgracia, no era una lluvia pequeña o insignificante, era una lluvia que venía con todo.

El viento era demasiado fuerte, y entre más tiempo pasaba, el agua se acumulaba más y más en las calles impidiendo el paso por cualquier lugar.

Aquella tarde cierto pelinegro de cinco años de nombre Eijiro había ido a visitar a su pequeño amigo Katsuki.

Ambos se la habían pasado bien juntos, sobre todo cuando la mama del mayor les aviso que el más pequeño se podría quedar a dormir aquella noche, ya que, por las fuertes lluvias, era mejor que nadie saliese de su casa.

Lo cual impedía que los padres del pelinegro saliesen.

O no lo impedían, pero si era mucho mejor que se quedasen en casa, que salir y que ocurriese una tragedia.

Era mejor no salir.

Después de todo, los padres del rubio no tenían problemas con que el pequeño pelinegro se quedase aquella noche, ellos amaban a aquel niño como si fuese su hijo.

Era adorable, según sus propias palabras.

El rubio, por su lado, amaba pasar tiempo con aquel pelinegro.

Y este solo podía emocionarse al imaginar tener una pijamada con uno de sus amigos.

Aquella noche, después de despedirse de los padres del mayor, quienes se fueron a dormir después de cierta hora, los pequeños se pusieron a jugar un poco más.

Claro, sin hacer mucho ruido para evitar despertar o molestara los mayores.

Por el desastre que harían no había problema, el rubio podría recogerlo.

Ya era un niño responsable, según lo que decía su madre.

Y, como el pelinegro era tan bueno, él le ayudaría a limpiar lo que ensuciasen.

Después de cierta hora los chicos, ya cansados de tanto jugar, se sentaron en la cama del mayor.

Quizás solo descansarían un segundo y después seguirían con sus juegos.

Algunas veces ni siquiera sentían la hora que era cuando estaban juntos.

No sentían nada.

Ni el cansancio o los ruidos ajenos a ellos.

Sin embargo, en aquel momento, en aquel descanso, durante un silencio se escuchó, como a la lejanía, un relámpago había caído.

En ese momento ambos niños, asustados, corrieron a esconderse debajo de las sabanas.

Ambos una le temían a los relámpagos y a los truenos.

Podía que ya fuesen unos críos de 5, casi 6 años, sin embargo, eso no les quitaba que, literalmente, seguían siendo unos niños.

Debajo de las sabanas, después de que el susto pasara por solo un segundo, el rubio abrió sus pequeños ojitos. Esperando acostumbrarse a la oscuridad que la sabana les daba.

Y, ante sus ojos, estaba el pelinegro, quien, entre temblores, se tomaba de la mano a sí mismo.

Por un segundo incluso juraría que se había hecho bolita.

- Eiji- le llamo el mayor-, ¿también le temes a los truenos? - le cuestiono al menor mientras se quitaba la cobija de encima a ambos.

Sin embargo, no obtuvo respuesta del otro pequeño, quien, aun temiendo casi, casi por su vida, temblaba.

Por lo cual, eso mismo respondió la pregunta del mayor.

- Hey, tranquilo- le dijo acercándose un poco al menor, acariciándole la mejilla un poco para que se clamara.

Su papá siempre hacia eso con él cuándo se caí y lloraba del dolor.

Así es como él, algunas veces, se calmaba.

- Perdón- susurro el pelinegro-, ya soy un niño grande- sollozo sentándose un poco para estar a la par del mayor-, pero aún le temo a los truenos- agrego agachando la cabeza.

- ¡Está bien! - grito el mayor, levantándose de un brinco sobre su cama, colocado su mano izquierda sobre su pecho, y la derecha, hecha un puño, dirigida hacia el techo.

Y, ante la mirada expectante del menor, continuo.

- No debes porque preocuparte- continúo mirándole y extendiéndole su mano derecha al menor-, no debes porque temer, yo te protegeré, te lo prometo- agrego sonriente.

Si, quizás él igual se moría de miedo, pero seguro que podía proteger al más pequeño.

- Ahora- comento agachándose, una vez más, a la altura del menor-, ¿Qué te parece si te tomo de la mano? Mi mamá hace eso cuando vamos al doctor y me van a picar- agrego.

- Si- respondió el pelinegro, sonriente y extendiendo una de sus manitas al mayor, quien, con una sonrisa, la tomo de vuelta.

Aunque, en cuanto tomaron la mano del otro, por alguna extraña razón, sintieron una pequeña sacudida en sus pancitas.

Aunque, lo primero que paso por sus mentes fue "Seguro comí muchos dulces".

Aunque sí. Quizás habían comido muchos dulces aquella noche.

Quizás solo era eso.

Kiribaku Month 2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora