Día 8- Dulce | Kiribakushima

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Pov Omnisciente

Sentía miedo.

Y con cada paso lleno de temor que daba, mirada llena de tristeza y angustia que daba; el miedo se acrecentaba.

Incluso, aquel pequeñín pelinegro de 5 años se abrazaba a sí mismo, como si se estuviese reconfortando de aquella tragedia en la que el mismo se había metido.

No sabía dónde estaba o hacia donde iba.

Desde que había perseguido a aquella mariposa blanca, no sabía dónde estaba.

Y es que, al ver aquel bello insecto, salió corriendo tras él, persiguiéndolo mientras le pedía que parase de volar.

Que podían ser amigos, y que, si podía, le enseñara a volar. A cambio, él le daría mucho amor.

Pero, sin darse cuenta, tanto él como su madre, él se había separado de esta y entrado entre los frondosos árboles.

Tenía miedo.

Quizás su mami se preocuparía por él y, quizás, nunca le encontraría.

¿Ahora quien le leería la historia de la princesa y el dragón antes de dormir? ¿Quién le besaría la frente antes de dormir? ¿Quién buscaría debajo de su cama que no hubiera monstruos?

Su mami siempre los buscaba y le decía que no había.

Y él estaba seguro que era porque ella los espantaba.

¿Qué tal que en aquel lugar los monstruos se enteraban que ella ya no estaba con él y lo iban a buscar, y así, comerse sus dulces?

No, él no quería eso.

Así que, aquel mismo dulce que llevaba en su mano, lo apretó un poco más contra sí mismo.

- Ma... Mami! - gritaba a la par que seguía caminando temeroso.

¿Qué pasaba si nunca salía de aquel lugar? ¿Acaso ahora el seria el niño mono que vio en aquella película la otra vez?

No. No quería eso. El solo quería a su mami.

Quería encontrarla y darle un abrazo, muy, muy fuerte.

Quizás, incluso, jamás soltarla.

Pero, con forme más avanzaba entre aquellos árboles, dejo de pensar en sí mismo y les puso atención a unos sollozos que, con cada paso que daba, se escuchaban más y más fuertes.

Ahora el miedo había sido reemplazado por la curiosidad.

Su mami una vez le había dicho que la curiosidad era mala, que, incluso, la curiosidad había matado a un gatito.

Y, después de esa vez, cuando volvió a escuchar quejidos provenientes del cuarto de sus padres, no fue a ver. No quería que la curiosidad también lo matara como a aquel gatito.

Sin embargo, esta vez era diferente.

No sabía porque, pero tenía algo diferente.

Aun así, tuvo cuidado.

Y, con este mismo, se acercó al proveedor de los sollozos, mas, sin embargo, lo hacia escondiéndose detrás de uno de los árboles.

Al andar de fisgón, pudo divisar a un niño rubio, quizás de su misma edad, quien estaba sentado frente a un rio.

No se le veía el rostro, pero el joven pelinegro estaba seguro de que era aquel niño quien lloraba.

Por lo que, con un poco de miedo, se acercó a él.

Kiribaku Month 2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora