Capítulo 9

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Después de un fin de semana de vacaciones y descanso, estaba listo para regresar a la ciudad. Entre tanta playa, turismo y comida, olvidé que todavía no terminaban las clases. Me hubiera gustado quedarme más tiempo, pero debía volver a Murcia. Por más que mi prioridad era ir a la universidad, no podía negar que estaba más emocionado por ir al cine con João.

– Estoy con hambre. Venga a cocinar para mí – escribió de pronto.

Mi celular sonó mientras terminaba de empacar. Durante los dos días que estuvimos hablando, logré darme cuenta de lo tierno que era. A veces me hablaba con demasiada confianza. No sabía si estaba haciendo un movimiento o esa era su forma natural de ser. Ese fue el problema de comenzar a hablar con alguien a través del celular y no en persona. No estaba seguro de cómo debería interpretar sus mensajes. Cuando no sabía qué responder, solo mandaba una foto de lo que estaba haciendo, junto con un infalible "jajajaja". Eso funcionaba para todo ya que sus mensajes tiernos también eran graciosos.

João me contó que no tenía fuerzas para levantarse y adjuntó una foto de él echado sobre su cama. Con esa, ya era la sexta foto que me mandaba ese fin de semana. La mayoría eran tomadas en ese mismo momento. Solo un par fueron de la playa nudista a la que fue cuando recién se mudó a Murcia. Por suerte, las fotos no fueron tan explícitas como parecería.

– Has dieta hasta la noche – le dije.

– No lo sé. Si yo dejar de contestar, tú tienes que preocupar – respondió.

Hasta su forma de escribir usando verbos en infinitivo me parecía tierna.

– Jajajaja. Te mandaría a la policía o los doctores, pero no sé dónde vives – por momentos le seguía la corriente y escribía con confianza.

João respondió enviándome la ubicación de su casa.

Vivía más lejos de lo que esperaba. Estábamos en lados opuestos de la ciudad. Por otra parte, no sé si yo le mandaría la ubicación de mi casa a alguien con quién llevo hablando menos de dos días. Aunque debo admitir que me pareció un gesto lindo.

Se suponía que debía estar en la estación de autobuses a las tres de la tarde. De esa forma, tendría tiempo de llegar a mi casa, dejar mi mochila, bañarme, cambiarme y salir rumbo al cine. Como mi único plan para el fin de semana era pasear con mi tía, no traje el tipo de ropa que usaría en una primera cita, por lo que era imprescindible pasar primero por mi departamento.

Todo mi plan estaba perfectamente organizado, salvo por el hecho de que mi tía, cuando yo ya estaba listo para salir, me preguntó si podía tomar el siguiente bus, ya que estaba muy cansada y quería hacer la siesta. Por más que le sugerí que no era necesario que me llevé hasta la estación, ya que yo podía guiarme de Google Maps, ella insistió en que quería acompañarme. Lógicamente, no le iba a decir que no. Ella se había portado muy bien conmigo durante el fin de semana.

Tomar el siguiente bus significaba subir al de las cinco de la tarde. Con suerte, llegaría a Murcia a las seis, caminaría a mi casa y podría cambiarme. Ya no me alcanzaría el tiempo para bañarme. Tendría que salir corriendo para tomar el tranvía e ir al cine. Parecía que sí podría lograrlo. Parecía.

– Me recordé una cosa – escribió João.

– ¿Qué cosa? – le pregunté mientras esperaba sentado en la sala.

– Tu tienes que darme un chocolate peruano – respondió.

No dejaba de sorprenderme lo ocurrente que era y cómo podía tener tantos temas de conversación. Cuando creías que ya terminaría, sacaba uno nuevo. La mayoría eran ideas que no tenían relación con el mensaje anterior.

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