Capítulo 5

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Antes de viajar de intercambio a España, asumía que mi grupo de amigos estaría conformado por españoles. No imaginé que, en realidad, la mayoría de mis amigos serían alumnos extranjeros.

Durante las clases de Publicidad y Relaciones Públicas, con quienes más hablaba eran Guadalupe e Isabelle, ambas de México, Colette, de Francia y Mariane, de Holanda. A parte de ellas, también tenía un amigo mexicano llamado Felipe. Como él era de otra carrera, no teníamos clases juntos. Sin embargo, nos conocimos porque teníamos amigos en común.

El grupo de los alumnos mexicanos de intercambio en Murcia era muy grande. En cambio, el de los peruanos solo tenía tres miembros. El único chico extranjero que no se juntaba con nosotros era João de Brasil. En parte porque siempre llegaba tarde y nunca encontraba asiento vacío cerca de nosotros.

En la clase de Taller de Producción Publicitaria Impresa, el profesor nos pidió trabajar en grupo. Como era de esperarse, mi compañero fue Rafael. No era que no quisiera trabajar con él, simplemente quería intentar conocer mejor a João. Cuando lo conocí me cayó bien, aunque no habíamos vuelto a conversar. Quizá le caí mal y por eso no se volvió a sentar cerca de mí. O tal vez me estaba dejando llevar por la ilusa esperanza de que era gay.

Rafael era bastante hábil en la edición de fotos y el diseño gráfico, por lo que él se encargó de la parte práctica; y yo, de la teórica.

– ¿En qué formato se exporta? – me preguntó.

– Pensé que tú estabas prestando atención a eso – dije en respuesta.

– No – respondió riéndose.

Los dos estábamos bastante distraídos. Durante casi toda la clase estuvo jugando con su celular. Recién comenzó a avanzar su parte del trabajo cuando se quedó sin vidas. Sin embargo, yo no estaba en posición de reclamarle nada, ya que aproveché la clase para revisar el perfil de Instagram de João.

En la página web de la universidad había una pestaña donde salían los correos de todos los alumnos de la clase. Ahí también se podían leer los nombres completos de cada uno. Así fue como averigüé su apellido para poder buscarlo en redes sociales.

Durante un instante creí que era modelo. Tenía fotos muy buenas y de un calidad bastante profesional. Además de varios seguidores y me gusta en sus fotos. En persona no lo había notado, quizá porque no iba a clase muy arreglado, pero era bastante atractivo. No me sorprendía que los fotógrafos le pidieran hacer colaboraciones. Si yo hubiera tenido una cámara profesional, también le habría ofrecido hacerle una sesión. Lo que más me gustaba de sus fotos era que no salía semi desnudo ni muy exhibicionista. Creo que a lo máximo que llegó fue a tener la camisa desabotonada.

– Pregúntale al profesor, porfa – pidió Rafael interrumpiendo mi análisis fotográfico del Instagram de João.

Me acerqué al escritorio del profesor y le pedí que me explique de nuevo los detalles del trabajo y el método de envío. En lugar de responder, me hizo preguntas sobre nuestro nivel de edición en la universidad de Perú, qué programas sabíamos usar, qué cursos habíamos llevado y todo tipo de información relacionada a qué tanto sabíamos. Yo le expliqué un poco sobre la metodología de enseñanza y que tipo de ejercicios solíamos hacer. Parecía que mi respuesta le sorprendió, porque se paró delante de todos y preguntó cuántos realmente sabían usar Adobe Photoshop o Illustrator. Casi todos los alumnos de intercambio levantaron la mano, menos João. Sin embargo, de los alumnos españoles, muy pocos levantaron.

– ¿Y vosotros por qué no levantasteis la mano? – les dijo molesto el profesor a los alumnos españoles – si yo mismo os enseñé el curso de Tecnología I –.

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