Luego de París, llegó la última semana de clases. Para el examen de Organización Empresarial estudié con João, o al menos eso intentamos... Viajar juntos nos ayudó a acercarnos más. Sin embargo, conforme pasaban los días, nos veíamos cada vez menos. Creo que los dos éramos conscientes de que se acercaba el día de despedirnos. Siempre me pregunté si debimos haber terminado de forma oficial. Nunca fuimos novios, pero tampoco fuimos solo amigos.
Mis últimas dos semanas en Murcia fueron bastante extrañas. Por una parte, estaba emocionado por volver a ver a mis amigos y familia en Lima. Incluso una de mis mejores amigas prometió que iría a recogerme al aeropuerto. Sin embargo, no podía dejar de pensar en que nunca volvería a ver a João.
Quizá en algún futuro no muy lejano podríamos reencontrarnos. Tal vez en Perú, Brasil o incluso Murcia. Pero ya no sería lo mismo. Probablemente él tendría pareja y yo... No sabía qué sería de mí en ese momento.
El último día de clases, antes de despedirnos, Isabella me tomó del brazo y me llevó al otro extremo del pabellón. Rafael se quedó confundido en la puerta del salón. No sabía si seguirnos o quedarse quieto. Yo tampoco entendía lo que estaba pasando.
– Nicolás, no te preocupes por salir del closet. Tú no te metiste ahí. Las personas tendrán que entender que nadie tiene por qué ir por la vida gritando si le gustan los chicos, las chicas o las quesadillas. Sé tú mismo – dijo con una sonrisa y se despidió.
¿Durante cuánto tiempo habrá estado pensando esa frase? Sin embargo, agradecí de corazón sus palabras. No creo que haya tenido idea de lo mucho que significaron para mí. Al cabo de unos minutos, Rafael apareció delante mío y me preguntó por qué lloraba.
– Porque estoy feliz y los voy a extrañar – respondí y me sequé las lágrimas.
Creí que no diría nada más, pero uso la táctica de João y cambió de tema. Al menos no se burló de mí. Esa semana todos estábamos tristes y sentimentales.
– ¿Felipe te dio tu casaca? – preguntó curioso.
– Ahhh... no jaja – respondí – olvidé recogerla –.
En verdad no lo había olvidado. A pesar de todo, todavía no estaba listo para abrir el baúl de los recuerdos de Halloween. Felipe era la única persona que podía realmente saber lo que me pasó esa noche. No quería escuchar su versión de la historia. Ya había logrado superarlo. Prefería que quede así.
– Toma – dijo mientras me entregaba mi casaca.
– ¿Todo este tiempo la tuviste en tu mochila? – le pregunté confundido.
– Me la dio la semana pasada – respondió riéndose.
Rafael tampoco era tan mala persona como creía. Quizá él también me hubiera sermoneado sobre cómo no estaba mal ser gay. Si tan solo me hubiera atrevido a decírselo... o a Nina... Lo bueno era que a ellos todavía podía verlos en Perú.
Tal vez algún día tenga el valor para hacerlo.
Luego de eso, cada uno tomó un camino distinto. Rafael fue a la cantina a buscar a Felipe y Guadalupe. Isabella fue a la parada de buses. Yo me quedé despidiendo los pasillos de la universidad.
Mientras recorría el Monasterio por última vez, João llegó.
– ¿Qué haces aquí? – le pregunté confundido mientras me secaba las lágrimas.
– Me dijiste que querías que te ayude a guardar cosas – respondió.
– Pero te pedí que fueras a mi casa, no tenías que venir hasta la universidad a recogerme – aclaré.
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Destino Amor
RomanceEn una sociedad donde se critica el amor libre, Nicolás realiza un intercambio estudiantil en España con el objetivo de encontrar el amor y aprender a aceptarse. Ahí conoce a João, un chico proveniente de Brasil, que pone su mundo de cabeza. Nicolá...