Capítulo 22

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El último día de clases, antes de las vacaciones de invierno, invité a salir a João. En septiembre, cuando recién llegué a Murcia, leí que estaban realizando actividades por el aniversario de la ciudad. Entre esas actividades, había un paseo en bote por el río Segura. Lamentablemente tuvieron que cancelarla por el fenómeno meteorológico DANA.

Para nuestra última cita del año, fui a la oficina de turismo de Murcia cerca de la Catedral para averiguar si todavía realizaban esos paseos. El empleado me respondió diciendo que podía reservarlo para grupos de mínimo seis personas. Un paseo por el río de Murcia de seis personas no sería muy romántico. Después de rogarle y contarle toda mi historia de amor, aceptó vendernos un paseo solo para dos personas. Aunque me hizo pagar seis tickets...

El paseo comenzó a las cinco de la tarde. Aunque no fue muy largo, logramos ver el atardecer desde las afueras de la ciudad, en el campo. Fue muy hermoso. El cielo de Murcia siempre estaba despejado, por lo que se podía apreciar muy bien.

– Llámame – dijo de pronto João.

– ¿Para? – pregunté confundido.

– Solo llámame – insistió.

– Está bien... respondí como perrito regañado.

Como estábamos en medio de un río a las afueras de la ciudad, no entendí para qué quería que lo llamara. Debido a su insistencia, intenté complacer su deseo. Entré a WhatsApp y le timbré desde ahí.

– No, no, desde tu móvil – me corrigió.

– Eso hago – respondí y respiré profundo.

– Pero no desde aplicativo – dijo molesto.

Parecía que estaba empezando a perder la paciencia. No era el único.

– Ahhh... pero, no puedo – traté de explicarle – no tengo saldo para llamadas normales –.

– Te odio – respondió molesto.

Su enfado me dio risa. Se veía como un niño pequeño al que su mamá le había dicho que no le iba a comprar un juguete nuevo.

– Te había puesto un tono de llamada especial – confesó.

– ¿Cuál? – pregunté intrigado.

– Por no llamarme, ahora nunca lo sabrás – dijo haciéndome sentir culpable – Eso te pasa por malo –.

Aunque fingí una expresión triste y decepcionada, por dentro no dejaba de pensar en lo tierno que me parecía eso. No tenía palabras para agradecer el gesto que tuvo. O al menos que intentó. Que João me haya puesto un tono de llamada especial, solo podía significar que, para él, yo era una persona especial. Eso me hacía muy feliz.

Una acción como esa, solo podía hacerme creer que João realmente quería estar conmigo. A pesar de que ya habían pasado un par de semanas desde que le confesé mis sentimientos en el cine, todavía tenía ciertas inseguridades. A veces João no podía decir todo lo que pensaba, porque no encontraba las palabras para hacerlo. Parecía que eso lo limitaba un poco.

El día de nuestra primera cita oficial, João no dijo explícitamente "me gustas". Aunque sí lo dio a entender. O al menos eso quise creer. La primera vez que realmente lo dijo fue cuando estábamos haciendo turismo por el centro de la ciudad. A pesar de que llevaba cuatro mes viviendo en Murcia, no había tenido la oportunidad de conocer la Catedral. Cuando entramos, sentí que no era correcto ser gay ahí, por lo que separé mi mano de la suya.

– ¿De nuevo? – preguntó.

– Perdón, pero... aquí no – traté de responder.

– ¿Entonces dónde? – dijo molesto.

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