Dos días antes de Noche Buena, João me acompañó a la estación y esperó hasta que el tren avance para recién retirarse. Fue como una película antigua de guerra. Yo despidiéndome desde la ventana y él corriendo, tratando de alcanzar el tren mientras agitaba la mano diciendo adiós.
Para llegar a Italia, tuvo que tomar un bus que lo llevó al aeropuerto de Alicante, a las afueras de Murcia. Antes de abordar, me mandó un mensaje de voz.
– Antes que termine el intercambio, tú y yo debemos viajar juntos – dijo como si fuera una orden.
– Okay... – respondí confundido.
– Mis compañeros van a ir a Barcelona. Si viajamos con ellos, el Airbnb costará menos – explicó.
La propuesta sonaba interesante, pero me incomodaba la idea de estar rodeado por sus compañeros todo el tiempo. Sin embargo, también me daba miedo viajar a solas con João. En el tiempo que llevábamos saliendo, nunca habíamos dormido juntos. Usualmente estábamos echados en mi cama viendo películas, pero nada más allá de eso.
Por suerte, no tenía que responderle en ese momento, ya que tuvo que poner su celular en modo avión durante el vuelo y no podía recibir mis mensajes.
El viaje en tren estuvo bastante tranquilo. Me senté pegado a la ventana, por lo que pude apreciar la vista. Al inicio, solo había campo, pero luego pasamos al costado de la playa. Irónicamente, para llegar a Valencia, tuve que cruzar por Alicante. Si hubiera parada en el aeropuerto, podríamos haber viajado juntos.
Al llegar a Valencia, mi tía me recogió en su coche y me llevó al departamento nuevo. Cuando escogí Murcia como destino del intercambio, creí que tendría a mi tía cerca para cualquiera emergencia. Nadie me advirtió que, a los dos meses de llegar, se mudaría a otra ciudad.
– ¿Qué dices? – fue lo primero que me escribió João al aterrizar en Italia.
– ¿Qué tal el viaje? – respondí para disuadir la pregunta.
Mientras João me contaba sobre cómo perdió su maleta en el aeropuerto de Italia, yo pensaba en qué debía responderle. No sabía si prefería viajar en grupo o a solas.
Los días pasaron rápido. En las mañanas, mientras mi tía trabajaba, yo recorría la ciudad. Lo que más me gustó de Valencia fueron las torres de Los Serranos y de Quart. Aunque eran pequeñas, daban la sensación de estar en un castillo medieval. Era emocionante encontrar una construcción tan antigua y en tan buen estado en medio de la ciudad. Valencia era mucho más grande que Murcia y tenía un parque, el Jardín del Turia, que cruzaba toda la ciudad. Era casi imposible perderse ya que la casa de mi tía estaba ubicada en uno de los extremos del parque, en la zona llamada Ciudad de las Artes y Ciencias. Para llegar al casco antiguo de la ciudad, solo debía bajar al Jardín del Turia y caminar todo de frente hasta ver el Puente Antiguo y la Torre de los Serranos.
En el día, no hablaba mucho con João ya que él no tenía internet. Debido a eso, en las noches me mandaba fotos de todo lo que había visto y conocido durante el día. Luego, hacíamos videollamada y me explicaba todo con detalles. A pesar de la distancia, podía sentir su emoción y felicidad al recorrer los lugares donde grabaron su película favorita.
– Quiero algo de Valencia – interrumpió João cambiando de tema.
– ¿Qué cosa? – le pregunté.
– A ti – respondió.
Apagué mi cámara para evitar que me viera sonrojado. Llevábamos saliendo un par de semanas y todavía me afectaba cuando decía cosas así. Nunca sabía cómo responderle de forma linda.
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Destino Amor
RomanceEn una sociedad donde se critica el amor libre, Nicolás realiza un intercambio estudiantil en España con el objetivo de encontrar el amor y aprender a aceptarse. Ahí conoce a João, un chico proveniente de Brasil, que pone su mundo de cabeza. Nicolá...